Veréis lo que hace en primavera
Profetizar los declives de Cristiano es una profesión de alto riesgo como lo era ser el hombre del tiempo hace 40 años (inolvidables Mariano Medina y Manuel Toharia, con sus soles y paraguas de cartón). Hace solo un año, mis amigos menos adictos a la Cristianomanía me avanzaban el fin de la era esplendorosa del portugués: “Tomás, no seas cabezón. El próximo verano hay que venderlo porque ya no se va de nadie y cada vez meterá menos goles determinantes...”. Y se quedaban tan anchos, sin jaquecas ni ataques de mala conciencia. Yo esperé, paciente, sin ira. Sabía que él respondería en la hora de la verdad, la que diferencia a los simples mortales de los elegidos.
Llegó a los cuartos de la Champions con sólo dos goles en su mochila. Pero su recta final fue descomunal. Cinco goles a Neuer en una semana (ante el Bayern Múnich), hat-trick al espléndido Oblak en semifinales y dos a Buffon en la final de Cardiff, al que Messi no había ni olido en los 180 minutos del cruce Barça-Juventus. Esos diez goles le dieron al Madrid la Duodécima y a él su quinto Pichichi consecutivo en Champions. Con 32 años y esos números, que hayan pasado 28 tiros para ver su primer gol liguero es anecdótico. Hace tiempo que a él la Bota de Oro le resbala. Lo suyo es el balón. El Balón de Oro. El quinto le espera resplandeciente...