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Gobierna Isco, Iniesta puede liberarse

España cerró con éxito la fase de clasificación del Mundial de Rusia, en medio de las turbulencias políticas que se han desatado y del caso Piqué, un episodio que no tiene igual en el fútbol mundial. Desde hace tres años se le abuchea en todos los partidos que juega la Selección en los campos españoles, sin que el asunto merezca trascendencia alguna en el juego y en los resultados del equipo. España ha ganado todos los partidos, excepto el empate en terreno italiano, partido que despertó más entusiasmo que dudas. Son las peculiaridades de una Selección que ahora legitima a Isco como una de las grandes estrellas del fútbol mundial y, de paso, a una generación que ya no se siente intimidada por sus míticos predecesores.

Como en sus mejores días, los que convirtieron a España en el principal referente del mundo, la Selección no sólo ha arrollado en la fase clasificatoria, sino que ha recuperado algunas de las cualidades que la hicieron admirable y diferente. De nuevo hay una preponderancia de excelentes centrocampistas, se ha regresado a la presión instantánea, ha funcionado la fórmula del falso nueve cuando ha sido necesario y, sobre todo, ha destacado la contribución de los virtuosos: Isco, Busquets, Asensio, Silva, Iniesta y compañía.

Es lógico albergar esperanzas con este equipo, aunque la naturaleza caprichosa del fútbol obliga a la prudencia. Los dos últimos torneos (Mundial de Brasil y Eurocopa de Francia) devolvieron a España a la condición terrenal, la que caracteriza a los equipos con dudas, depresiones y conflictos. Si de algo ha servido la aventura clasificatoria ha sido para devolver el optimismo a la hinchada y certificar el progreso de los más jóvenes.

Desde el primer día, Lopetegui concedió galones a los jugadores que ganaron la Eurocopa Sub-21 en 2013. Era una generación por explorar y por explotar. Todos han salido reforzados. Nadie cuestiona la importancia de Isco, De Gea, Koke, Morata y Carvajal en la Selección. Thiago está en condiciones de añadirse a ellos. Illarramendi comienza a frecuentar el equipo. Rodrigo tuvo su oportunidad ante Albania y la aprovechó.

A todos ellos se unirá Marco Asensio, un caso extraño de jugador: aunque sólo cuenta 21 años de edad, parece que lleva toda la vida en el fútbol. Hasta las novedades más imprevistas han derribado la puerta. Odriozola, un desconocido por estas fechas hace sólo un año, fue la gran sensación en Alicante, junto a Isco, autor de varias maravillas fuera de catálogo.

Con Isco, que nunca ha figurado entre los 25 mejores jugadores de Europa en la clasificación que se establece en el Balón de Oro, sucede algo poco normal. Ha pasado de jugador discutido, con defensores hirvientes y críticos implacables, a estrella incuestionable. A menos de un año del Mundial, ha hecho todos los méritos para situarse en el escalafón más alto del fútbol. Si eso significa aspirar al Balón de Oro, o alcanzar uno de los cinco primeros puestos, Isco lo merece tanto como el que más.

Es difícil encontrar en estos tiempos un centrocampista más creativo, habilidoso, potente y eficaz que Isco. Se encuentra en un periodo de gracia. Convierte en realidad todas sus fantasías futbolísticas, con tanta seguridad que parece tocado por los dioses. Frente a Albania ofreció piezas superlativas de ingenio, todas en medio del asombro general. Isco añade ahora otro aspecto sustancial a su juego: ofrece cosas que están fuera de catálogo y eso sólo está reservado a unos pocos genios.

Isco ha sido la revelación de la fase clasificatoria y la mejor noticia para Iniesta, cuyos hombros han soportado en los últimos años el peso creativo de la Selección. Ahora puede liberarse. Isco ha elevado tanto su importancia que parece el verdadero conductor del equipo. Juego le sobra. Personalidad, también.