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Primero Isco, después la fatiga

Hay cansancio, dijo Zidane después de la laboriosa victoria sobre el Espanyol, que concedió mucho en el primer tiempo y estuvo cerca del empate en el segundo. A Zidane le adornan muchas cualidades, entre ellas la credibilidad. Rara vez juega con las palabras para disfrazar sus discursos. Es sincero, o suena a sincero. Su alusión a la fatiga tiene sentido en un equipo que acababa de jugar un partido de aúpa en Dortmund y que está consumido por las lesiones.

Zidane nunca ha sido alérgico a los cambios, excepto en sus primeros días en el Real Madrid, donde había que recuperar el juego perdido. Algunos de los jugadores más apreciados por la hinchada aprovecharon tan bien las oportunidades en la temporada anterior que han firmado renovaciones de larga duración y mucho dinero. Es el caso Isco y Asensio, titulares frente al Espanyol por prestigio y necesidad.

El Madrid salió con alineación inédita. Debutó como titular el joven lateral Achraf, un jugador del que se cuentan maravillas desde que era un niño. Funcionó correctamente en su primer partido. Tiene zancada, velocidad y desparpajo, pero es un jugador en formación. No había dos Nachos para cubrir la ausencia de Carvajal, titular en todos los encuentros anteriores. Zidane colocó al versátil defensa madrileño en el lado izquierdo. Había que cubrir las bajas de Marcelo y Theo. Sin el concurso de Nacho, Carvajal no tiene un relevo natural en el Madrid.

El equipo jugó bien en el primer tiempo, pero sin la naturalidad de costumbre. Al Madrid le faltaba más alegría que empuje. Se vieron demasiadas piernas cansadas. No sobraron los remates, ni la imaginación. El gol se daba por descontado ante la leve resistencia del Espanyol, un equipo que decidió jugar a la italiana, pero sin interés por el contragolpe. Se limitó a construir un ejercicio de resistencia, sin grandes alardes defensivos. Mucha gente por detrás de la pelota y un altísimo número de imprecisiones con el balón.

Isco resolvió cualquier problema del Madrid. Marcó los dos goles de la victoria y fue el mejor en el campo. Frente al Espanyol resultó incontenible durante el primer tiempo. Isco ha ganado claramente en recorrido y no ha perdido la personalidad que le caracteriza desde juvenil. Durante los primeros años de su carrera vivió con la etiqueta del mediapunta de libro. Muchos entrenadores detestan esta posición. Arrigo Sacchi calificaba al mediapunta de medio jugador, definición asumida después por la mayoría de los jóvenes entrenadores españoles de los años 90.

A Isco se le reconocía la habilidad y los recursos creativos cerca del área rival. Se le tenía por un barroco empedernido, no demasiado rápido, ni especialmente goleador. Su talento fue más apreciado por el público del Bernabéu que por los capitostes del club. Le costó erigirse en titular y su peso en la Liga de Campeones disminuyó de tal manera que antes de las semifinales apenas había jugado 20 minutos. Sin embargo, Isco pasó de sospechoso habitual a figura acreditada. Un partidazo en El Molinón y otro en Riazor permitieron observar la nueva versión de Isco, convertido en un centrocampista integral, dispuesto a aparecer en todos los sectores del campo con una autoridad absoluta. Lo más notable del malagueño es su capacidad para mantener sus viejas habilidades en lugares que la ortodoxia considera de altísimo riesgo. Isco, como Modric, ha conseguido instaurar el regate como cualidad de primer orden en los centrocampistas