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Tercer tiempo

Por sevillanas

De momento LaLiga va por sevillanas. Tiene ese cante el aire del triunfo, como el himno del equipo. El Sevilla siempre ha sido airoso, por otra parte, pero ahora parece que le coge el ritmo de nuevo a la competición. Con Sampaoli fue vibrante, hasta que se acabaron las agallas, y el equipo se hizo mohíno, como un tango. Ahora también tiene el tango, la tradición del tango, en el banquillo. Pero hay otro aroma. El Málaga fue su reo. Lamento que Míchel, quizá el más simpático de los exfutbolistas, acaso el más alegre de los entrenadores, haya sufrido estas sevillanas. El Sevilla sigue de cerca al Barça.

Empatar es perder

Al Atlético le pasa algo notable: se parece al semblante de Simeone. Siempre va de oscuro, pero a veces también tiene oscuro el semblante, como si se fuera a descarriar su ánimo. Y tras el partido en Leganés, lo vi decepcionado, como si ese desgarro que se ve cuando hay derrota se le apareciera también cuando su equipo empata. Y es que tiene un gran equipo, muchos dedos por encima del Leganés. Cuando no le funciona es que él fracasa. Juega su alma dentro del Aleti. No hubo nadie mejor que Oblak, un portento en la portería; siendo esto muy bueno es el aviso de un síntoma de la enfermedad de la inoperancia.

Salud y baile

Costa está más cerca. Ya está en la grada; en enero, como Dembélé para el Barça, servirá de refuerzo para el Atlético. El Wanda se adorna; tras el mal trago ante el Chelsea, precisamente, el estadio nuevo necesita alegrías, chotis al menos, para la cara del Cholo. La cara es el cuerpo del alma. La vida te da sorpresas, canta Blades; y el fútbol te da sorpresas. Es como si Neymar vuelve al Barça, o como si Morata, verdugo europeo del Atlético, regresa al Madrid. Sorpresas: miren al Alavés, que se encaramó al Levante. Y miren esa gloria de resultado: Real, 4; Betis, 4. ¡Eso es salud y baile!

Sardana y folía

Los dos equipos de mi alma, el Barça, al que llegué cuando yo era un niño, y la Unión Deportiva, de uno de cuyos partidos hice la primera crónica adulta de mi vida, en la época de Antonio Lemus y de Pascual Calabuig, los tiempos de Carnevali y otros genios inolvidables. El alma dividida, pues. Y dividida, claro, por algunos hechos graves, tan extradeportivos que en este espacio no caben. La sardana es una danza noble y entristecida, como la folía. Una se baila en común, la otra se canta para la alegría y para la melancolía. Ver frente a frente a Barça y UD es para un aficionado canario una ansiedad y una fiesta.

Público en el campo

Esa parte esencial del fútbol, el graderío, se puso de manifiesto ayer en todo su dramatismo. Juan Cueto dice que lo importante es el rectángulo para la televisión, pero sin la grada la televisión se muere de aburrimiento. Se vio por defecto en el Barça-Las Palmas, ese partido patético; se vio, en positivo, en el Madrid-Espanyol. Hasta los futbolistas parecen otros cuando están solos. Dibujan mejor sus jugadas, se emocionan más, y el público es espejo de esas pasiones. Entiendes ahí eso que parece absurdo, que LaLiga multe a aquellos equipos incapaces de llenar la parte de público que se ve en la pantalla.

Isco descorcha

Cómo es este futbolista; a mi me recuerda a una leyenda que yo creo que ahora sólo Relaño tiene en memoria, Eulogio Martínez, un as del Barça de la época de don Luis Suárez y de Kubala. Se mueve con la habilidad de los que tienden a la redondez, hace que su cuerpo sea una vía y no un obstáculo y es capaz, en un palmo de césped, de asaltar como un correcaminos a los defensas más avezados. Ese primer gol suyo, por otra parte, fue una ocasión de oro para ver que Cristiano es, aunque no se le suponga, un pasador extraordinario. Verlos jugar juntos puede desatar muchos sueños y algunas pesadillas.

La frase

“Sorpresas te da la vida”

Rubén Blades