Entre Neymar y Cavani, la culpa es de Emery
Neymar y Cavani se han encargado de dinamitar los días de alegría en el PSG por puro egoísmo, la gasolina de los delanteros. Ya conocen de sobra el lío que han formado por un dichoso penalti. Una suerte que está destinada a los elegidos y que normalmente ejecutan los más gallos o canosos. Por delante, incluso, de los más especializados. El supuesto problema entre los dos surgió al entender Neymar que él es el origen y el final de todo en este nuevo proyecto que lidera, y al creer Cavani que aún mantiene ciertos privilegios que se ganó en el pasado. Los dos, como cracks responsables que son, quisieron lanzar ante el Lyon en un momento delicado, por lo que no hay que culparles de nada. Recuerden que aquí siempre se azotaba al que se esconde. El lío viene de antes, en los entrenamientos, y tiene un máximo responsable: Unai Emery.
El entrenador está puesto en el banquillo para algo. Cualquiera vale para alinear el once que tiene el PSG y que ya nos sabemos de memoria. Para decirle a Thiago Silva que recule, a Motta que vigile las espaldas y a Mbappé que invente, sobra con una mirada. Lo realmente complejo de un entrenador, sobre todo en un equipo grande, es gestionar los egos, distribuir los minutos, hacerse respetar en el vestuario, saber comunicar y (en este caso) decirle a Alves que juegue como sabe y que no enrede como acostumbra. Me sorprende que esto haya pasado con Emery, técnico meticuloso que vive y duerme pensando en fútbol hasta atar el mínimo detalle. Si es capaz de aburrir con mil estrategias (tú al primer palo y tú a la salida) debe imponerse en el más importante de los balones parados. Lanza uno, otro o ambos.
Me niego a suscribir la teoría de que los penaltis son una lotería. O que deben ser lanzados por el que primero coja el balón y tome la responsabilidad. Así, Ramos sería pichichi. Los penaltis se entrenan, como todo. Y los entrenadores, como directores de orquesta, deben ser quienes decidan en cada momento quién es el lanzador más oportuno. No tiene por qué haber uno preestablecido. Igual no siempre está fino. Ni nadie debe estar descartado de antemano. ¿Y si el especialista está ausente? El técnico sabe como nadie quién está siendo fiable, a quién no le tiembla el pulso con un resultado ajustado o a quién le urge una alegría si el partido está resuelto. Un día puede tirar Neymar y al otro Cavani. La alternancia no hará más que acentuar la competitividad, preservar las buenas formas y evitar, como le pasó a Cavani, que el egoísmo acabe de la peor forma (fallo). Se lo dice un ex gallo canoso cuyo fallo en juveniles ante el Rayo, vetando al especialista, aún le sobresalta a medianoche quince años después.