Tercer tiempo

La cara de La Peineta

Las cenizas de las aspiraciones madrileñas a los Juegos han dado a luz un bello estadio de fútbol. La Peineta, a la que llaman Wanda. Me gusta Wanda por Un pez llamado Wanda. Pero cuánto más hermoso no es La Peineta. Ese semicírculo mágico, acogedor, como la mano abierta del fútbol. Manolete, entrevistado en Carrusel, estaba tan emocionado que tuvo que valerse de su mujer y de su hija para aguantar el impacto de ese estadio nuevo, el tercero que este noble aficionado que además escribe conoce en su vida. Lo que a él le había emocionado era “la cara del graderío”. Ese color unánime.

Circunstancial

Eso es lo importante, la emoción del graderío, “sin una mala cara, esperando el partido”. Lo demás, añadió Manuel Esteban, al que los ojos le brillan también con la felicidad de los otros, “es circunstancial; el fútbol no es nada sin esos rostros en los que no hay ni una mala cara”. La cara del aficionado es el espejo del alma del fútbol. Lo dijo Marta, la hija de Manolete, más aficionada aún que él: “La emoción del fútbol salta a la cara”. Al final del partido ese espectáculo facial volvió: un estadio en rojo y blanco, cantando. En la radio cantó Manolete: “¡Aleti, Aleti, Alético de Madrid!”.

El principito

Buen apodo le pusieron a Griezmann. Me gusta su español y que se arrepienta de lo que hace mal: en El Larguero pidió perdón por lo que le dijo al árbitro y por lo que mereció sanción. “Tengo 26 años y muchas cosas que aprender”. Excepcional. Y excepcional el único gol, merecido que él inaugure el marcador de tan bello escenario. Muy bien, El Niño, celebrándolo: hubiera sido su gol simbólico de su ADN atlético. Pero el de Griezmann representa muy bien el actual espíritu del equipo. Ese gol solitario, Griezmann, Manolete: todos son símbolos de un equipo de sentimientos tan potentes.

Mal día

El Málaga vino en un mal día; para todos este gran día del Atlético hubiera representado un mal día. El equipo estaba obligado a dejar que la noche abrazara una victoria. Manolete dijo que, en circunstancias así, “el fútbol es circunstancial”. Un romántico. El fútbol es goles y victorias; luego los aficionados nos hacemos esas cábalas para engañarnos. Si no ganas vuelves a casa con una melancolía secreta, como volvía a casa el artista Tomás Ondarra con su padre cuando el Atleti perdía en casa. La afición se ve en la cara y, cuando se pierde, la cara se queda triste.

La luz que opaca

Fue tan brillante este nacimiento, cuando nace un estadio se inaugura una historia, que toda la jornada parece opaca. Opaco el Valencia, que va y viene; opaco el Levante, que va de una hazaña a otro empate. Opacos Leganés y Depor en sus salidas. Y opaco el Getafe. El Barça de Valverde y de Nadie Paulinho le bajó el ánimo al suelo cuando menos se lo esperaba, gracias a ese jugador que nació de pie en el equipo que entró en LaLiga con la cara al borde de la nada y que ahora, miren, está complicando la cara a los otros. En el fútbol no hay que vender la piel del oso sino cuando la curtes.

Carácter del Madrid

Vuelve Zidane a imponer su ley de la tranquilidad tras la extrañeza; habita en el país de la razón, tira de la lógica y hace que Mayoral asuma el cargo de ocuparse del drama de estar por debajo. Y regresa con autoridad a un torneo en el que le falta Cristiano. La Real tiene voluntad pero no tiene a Bale. La UD Las Palmas le ganó al Athletic por voluntad y por suerte; mejora su defensa, ya no es un colador. LaLiga responde a la teoría de la relatividad y esa teoría está ahora ya en práctica.