Ramón Espinar

El penúltimo baile de los Junior de Oro

En 1999, con trece años, jugábamos nuestra temporada de infantil de segundo año. Entrenábamos tres días a la semana y siempre nos quedábamos a jugar una pachanga al final. Un día, todos empezamos a ensayar, en las entradas a canasta, un tiro a una mano y con mucho arco, la “bomba”. Navarro no era espectacular físicamente, ni muy alto, pero lo intentábamos imitar porque era un talento excepcional, aunque terrenal. Lo de Pau era otra historia. A Gasol lo veíamos jugar con la boca abierta, pero no podíamos imitar los movimientos de un tipo de 2,15 metros, con unos brazos que no acababan nunca.

Casi veinte años después seguimos comentando los partidos de nuestros héroes (catalanes jugando con España muchos de ellos). Del equipo de entonces queda la amistad, algún chat de Whatsapp y la afición al baloncesto.

Hemos cambiado y nuestros ídolos también. La frescura y el descaro con que irrumpieron en el baloncesto, ha cambiado por un gesto más grave. No es igual ser un Júnior de Oro que una leyenda que compite por escribir aún más grande la historia de una de las mejores selecciones que hemos visto. Ahora tienen aires de viejos rockeros, de tipos que se agarran a la pista y saben exactamente lo que tienen que hacer para ganar, mientras van pasando el testigo a los Hernangómez, a los gladiadores del Valencia o al lamentablemente ausente Abrines.

La Selección tendrá una transición dulce

Los próximos años serán de Willy, de Juancho y de Álex, pero también del Chacho, de Ricky y de Marc. Nos espera una transición dulce porque hay toneladas de talento, surgido al calor de las finales olímpicas, del Mundial de 2006 y del verano mágico de los júnior de oro en Lisboa.

Este equipo mira al pasado con orgullo y al futuro con esperanza. Mientras tanto hay un Eurobasket que ganarle a Porzingis, a Doncic, a Schröeder y a los cracks de la próxima década. Lástima no haber podido bailar una vez más también con Nowitzki y Tony Paker, las otras dos figuras destacadas, junto a Pau, de las dos últimas décadas del baloncesto europeo.

Quedan dos partidos de un equipo que el baloncesto europeo va a recordar siempre. Dos partidos para tratar de sumar otro oro a nuestro palmarés. Mientras los vemos por el parqué, con una mezcla de nostalgia y esperanza, en las canchas de debajo de casa se seguirá imitando alguna “bomba” y viviendo el baloncesto como lo que debe ser. Un deporte de cinco contra cinco en el que siempre que juega Pau, gana España.

*Ramón Espinar es senador por Podemos en representación de la Comunidad de Madrid.