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Pasqual, gracias por la mirada

Permita que le tutee, pero para un barcelonés que se saltó la clase de Historia del Arte en COU para ir a la Plaça Catalunya a ver en directo en pantalla gigante como Juan Antonio Samaranch anunciaba en el 86 eso de “a la ville du Barcelona” y que acabó la noche en Montjuïc viéndole saltar de alegría, es usted, señor Maragall, casi de la familia. Ayer en el Palauet Albéniz, ante S.M. Felipe VI y más autoridades que en un desfile, volvió a aparecer su mirada, a veces perdida, pero que por un momento volvió a iluminarse. Un día me dijo ese genio diabólico que atiende por Mariscal que no había nada como la mirada de Pasqual. Cuando le vi entrar en el jardín del Albéniz, entre tanta gorra, corbata y tricornio, temí por su mirada. Me tranquilizó ver que a su lado, como siempre, Diana Garrigosa cuidaba de todo y que en cuanto sonó la voz de Olga Viza y se proyectó en la pantalla gigante su magnífico discurso de inauguración de los Juegos de nuestra vida, usted volvía a mirar a la pantalla como decía Xavi. Con una fuerza que, mire que soy facilón, me volvió a emocionar exactamente igual como hace 25 años el día en que me sentí tan orgulloso de ser barcelonés como no lo he estado nunca.

Volví a ver, a escasos metros de usted, casi emboscado, su discurso inaugural al mismo tiempo que usted lo contemplaba. Y me sobrecogió exactamente igual que hace un cuarto de siglo cuando escuché al alcalde de mi ciudad hablando al mundo con una dignidad sensacional. Habló usted de la frustrada Olímpiada Popular del 36 contra el fascismo, de Paz Olímpica en los Balcanes, de acoger a las minorías...incluso abogó para que Europa fuera la nueva patria de todos. Y habló en inglés, catalán, francés y castellano para unir voluntades. Mientras decía esas bellas palabras en la pantalla, su mirada, desde el jardín, volvió a ser imbatible. Gracias eternas, Pasqual.