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Una fábrica de sueños y emociones

Noche de febrero de 1998. Ante mí, un colosal edificio decorado con infinidad de franjas rojiblancas. Era el Vicente Calderón. Y yo, un niño extremeño de siete años que acudía por primera vez. Subía cada peldaño con el corazón a mil, hasta que divisé ese mosaico de butacas rojas, blancas y azules que me hizo sentir en otra dimensión. Desde entonces, hasta 138 partidos del Atleti, contados, he presenciado en el que considero mi hogar. Una auténtica fábrica de sueños y emociones, donde lo racional no tiene cabida.

Recuerdo los abrazos con desconocidos, la histeria colectiva tras el gol de Falcao al Valencia en semifinales de la Europa League o la absoluta apoteosis del 4-0 al Real Madrid, por mencionar algunos momentos mágicos. Sus tribunas, su color, su luz, su intenso frío en invierno, sus vetustos pasillos, el Paseo de los Melancólicos bañado de camisetas rojas y blancas o la estación de Pirámides sumergida en cánticos son imágenes que pervivirán en nuestra memoria. La memoria de una familia unida por una bendita locura, que trasciende el tiempo y el espacio y que tiene ante sí el reto de trasladar al nuevo estadio el alma de nuestro eterno Calderón.

Fernando Borrero es participante del concurso Despídete del Vicente Calderón con el Diario AS.