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El maillot que menos se ve

El Campeonato de España de ciclismo profesional, que este domingo se disputa en Soria, pierde gradualmente prestigio y atractivo. Por diferentes razones, algunas de ellas interconectadas. La principal es la falta de competencia: el Movistar domina la carrera a su antojo. En los últimos diez años, nueve campeones han procedido de este equipo: tan sólo Rubén Plaza, entonces en el Liberty portugués, se saltó la costumbre. Actualmente no hay ninguna escuadra que pueda hacer sombra a la telefónica, por más tesón que ponga el Caja Rural, ni en calidad ni en cantidad de ciclistas. Además, si surge algún problema al final, ahí está siempre Valverde para rematar. Evidentemente, el Movistar está en su derecho de martillear con su poderío. Hay ejemplos en otros muchos deportes: la ley del más fuerte.

Pero la emoción y el interés se multiplicaban cuando el Movistar pujaba con rivales de su talla: ONCE, Clas, Vitalicio, Kelme... En paralelo a su dictadura ha crecido la falta de lucimiento del maillot rojigualda, desde los tiempos que Movistar era Banesto y desde aquella coronación de Indurain en 1992. El país se esconde en el maillot para priorizar la marca. Exhibirlo no es cuestión de patriotismo, sino de tradición y encanto. No hace tanto, un aliciente del Tour era ver el estreno de los campeones envueltos en sus banderas. El español suele pasar inadvertido. La tiranía deportiva del Movistar tiene un efecto más: algunas estrellas se borran. Este año, Contador. La RFEC medita hacer el Nacional obligatorio para acudir a Mundiales y Juegos. Es buena idea, lleva años con ella, pero no da el paso.