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¿Cuestionar a Pablo Laso?

Soy del Estudiantes. No voy a negar lo innegable. Y disfruto con las derrotas blancas. Es así. Puedo ser mezquino y mala gente. Tampoco lo niego. Pero lo que también soy, es realista y este Madrid de Pablo Laso es único, una rara avis dentro del baloncesto actual. Incuestionable en su brillantez, su juego gusta tanto a niños como a mayores. Hubo tramos en esta era Laso que ver al Real era maravilloso: rápido, alegre, apasionante… un buldócer de tres carriles que dejaba sin maniobrabilidad a sus rivales. Es un hecho. Es así.

Además, los resultados son claros: 13 títulos tras disputar 18 finales de 25 posibles. Un 72,2% de acierto cuando llega al último partido. Un 52% del total. Recuperó el trono doméstico tras seis años de sequía y el copero, 19 años después. Casi nada. En las 25 temporadas anteriores (1986-2011) sumó los mismos 13 trofeos que en la era Laso, pero de 85 posibles. ¿Resultado? 15,3%. Como el cielo y el infierno, vaya.

Por eso, realizar una moción de censura a Laso por no cosechar ni Euroliga ni Liga esta temporada sería increíble. Nadie lo ha hecho mejor en el baloncesto europeo que él. Recuperó a Sergio Rodríguez para la causa. Nos llevó delante del mejor Llull. Nos mostró a Doncic y rejuveneció a Felipe Reyes cuando nadie pensaba que era posible. Hay más. Hay argumentos a miles para defender al vitoriano. También los habrá en contra, pero son difíciles de sostener.

Ha perdido los dos grandes objetivos de la temporada. Pero lo hizo llegando hasta donde muchos querrían haber llegado y no pudieron. Hay que alcanzar las finales para poder ganarlas y no es tan simple (pregunten en Moscú). Puede que su único pecado haya sido malacostumbrar al madridismo. Haber hecho de lo imposible, posible. Su etapa dorada acabará, claro. Sin embargo, es incomprensible asumir que sea en este mes de junio.