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Lopetegui y el vaso casi lleno

EI examen definitivo se producirá el 2 de septiembre, frente a Italia, el equipo que tradicionalmente mide la estatura competitiva de la Selección española. Durante décadas se erigió en un rival inaccesible, pero el viento giró en la Eurocopa 2008, en la inolvidable tanda de penaltis, resuelta con el gol de Cesc Fábregas, uno de los principales representantes de los nuevos tiempos que venían al fútbol español. Cuatro años después, España goleó a Italia en la final de la Eurocopa. Se habían olvidado los complejos de tantos años de frustración, pero Italia siempre es un coloso del fútbol. La Selección se jugará ante los italianos el pase directo al Mundial de Rusia y se pondrá nota al primer año de Lopetegui al frente del equipo. Por ahora, España funciona.

La victoria sobre Macedonia no impresionó por el juego. No podía ser de otra manera. España llegaba con varios jugadores en estado de espera después de terminar la Liga y la Copa. Los jugadores del Real Madrid se encontraban en unos días de descompresión física y mental después de ganar la Liga de Campeones. Varios jóvenes tenían la cabeza en el Europeo- Sub 21 que arranca este fin de semana. Había suficientes elementos para pensar en un partido de poco vuelo, definido más por la necesidad de la victoria que por el entusiasmo de los jugadores. España jugó razonablemente bien en el primer tiempo, se complicó la vida en el segundo y tramitó la última media hora como más le conviene: con una dosis masiva de balón.

Lopetegui ha conducido a la Selección donde debía, al primer puesto de la clasificación, empatada con Italia. Era lo que se esperaba después del sorteo. El empate en el primer partido ha pesado sobre el recorrido de los equipos. Sin embargo, aquel encuentro generó el optimismo perdido en la Eurocopa. Una España desbordante aplastó a Italia. Hacía tiempo que la Selección no jugaba tan bien, con tanta convicción y con tanta personalidad. Empequeñeció a Italia de tal manera que la única mala noticia del primer tiempo fue el resultado. Vencía (0-1) España, pero la distancia fue sideral.

A la Selección le faltó consistencia en el segundo tiempo. Se debilitó el juego y se comportó de manera más convencional. Se retrasó y trató de defenderse como todo el mundo, sin la pelota. Ese problema ha surgido en varios encuentros. Cada vez que ocurre, España sufre más de la cuenta. Es un equipo demasiado vulnerable. No tiene la mentalidad, ni los jugadores, para hacerlo. Le ocurre a la Selección de Lopetegui y les sucedía a los equipos de Del Bosque y Luis Aragonés.

Lopetegui deberá trabajar sobre este aspecto. España necesita un control obsesivo del juego. En otras cuestiones, la Selección tiene casi definida su estructura. Salvo lesiones, acudirá al Mundial con una alineación casi idéntica a la que jugó en Macedonia. De Gea, Carvajal, Piqué, Sergio Ramos, Jordi Alba, Busquets, Iniesta, Isco y Silva se antojan titulares. Aunque Thiago y Diego Costa tendrán más competencia, los dos cuentan con ventaja antes del Mundial.

La nómina de jugadores habla de cualquier cosa menos de revolución. Siete titulares en Sjokpe –De Gea, Piqué, Sergio Ramos, Alba, Busquets, Iniesta y Silva- figuraron en la alineación inicial de España en el partido contra Croacia, la despedida de la Selección en la Eurocopa 2016. Carvajal no participó por una lesión muscular previa al torneo. Morata fue titular. Thiago y Pedro ingresaron en la segunda parte. En el banco se sentaron Azpilicueta y Koke.

Apenas han cambiado los nombres, pero el equipo transmite una sensación optimista. Lopetegui, ganador de la Eurocopa Sub-21 en 2013, ha tirado de aquellos jugadores para equilibrar el equipo generacionalmente. Es evidente que Isco, Thiago, Koke y Morata cuentan con su absoluta bendición, lo mismo que Carvajal, suplente de Montoya en aquel torneo. La presencia de Illarramendi y Deulofeu, cuya trayectoria ha sido más cuestionada en los últimos años, indica el grado de confianza del seleccionador, a la espera de la misma respuesta por parte de los jugadores más jóvenes. A ellos les corresponde recuperar el fervor de la selección, decaída después de un periodo inolvidable de éxitos.