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El Calderón y aquellos que allí conocí...

Ya se nos marchó el Vicente Calderón y, con él, muchas emociones, alegrías, tristezas, adrenalina a raudales. El Calderón era vida. Era una manera de vivir. Era nuestra segunda casa. Desde pequeñitos que nos llevaban nuestros padres, nuestros hermanos... Y, lo más importante, donde he podido conocer a gente muy buena. Como a mis amigos, para mí más que amigos. Juan, Antonio, Manolo, Javi. Esos con los que me he reído más que con nadie, con los que he llorado, me he emborrachado, he compartido viajes, finales... Todo muy bonito. Donde las derrotas más amargas como Lisboa y Milán se me hacían menos amargas porque les tenía a ellos a mi lado. Con nuestro buen ambiente, con nuestro buen rollo y, lo más importante, sin ningún mal rollo.

Gracias al Calderón por haber podido conocer a esta buena gente y a un montón de buena gente con menos trato pero que, a partir de ahora, voy a conocer más. A esa gran familia atlética, los hermanos Alberto, Charly, Mayte. A Juanjo, José Miguel, Javi, Luis... Verles en todas las finales no tenía precio. Y lo que unió el Calderón que no lo separe el Wanda Metropolitano. Por ello, dedico esta columna a todos y cada uno que llevan las rayas rojas y blancas grabadas a sangre y fuego en lo más profundo de sus corazones. Hasta siempre, Vicente Calderón.