A todos se nos cayó una lágrima
¡Vaya fiesta! Lo menos importante de la despedida del Calderón ha sido lo que ha pasado en el campo, aunque curiosamente el Atlético ha conseguido romper el gafe de sus celebraciones. Las emociones se han sucedido y no puedo dejar de reconocer que hasta he llorado. En especial cuando he visto a Margarita. La mujer del ramo de flores a Pantic y es que en esa zona también están las cenizas de mi padre. El que me transmitió los genes rojiblancos.
Igualmente se me hizo un nudo en la gargante cuando vi el tifo y los nombres de Melancólicos y Manzanares. Los lugares en los que he conocido a atléticos maravillosos y que me han permitido ir creciendo con la filosofía del teatro de los sueños —Vicente Calderón— de que todo es posible si lo peleas y que, por supuesto, lo más importante no es, ni de largo, ganar a cualquier precio.
Luego, ver el palco y el terreno de juego con nombres míticos con los cuales he ido creciendo, ha sido un recuerdo imborrable. En especial la debilidad que siento por Adelardo, el futbolista que más veces ha vestido la camiseta en el Calderón y mi Gárate, el máximo goleador, que con Ufarte y Luis en la etapa de Marcel Domingo me enseñaron las bellezas del contraataque. El fin de fiesta, al margen de los trofeos, tuvo el regalo del equipo femenino y su título de Liga. Este Atlético nos traerá la Champions en el Wanda Metropolitano.