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El templo de la felicidad

Histórico. “Paseo de los Melancólicos. Manzanares. Cuánto te quiero”. A los aficionados del Atlético se les puso la piel de gallina en los prolegómenos del encuentro. A todos les pudo (nos pudo) la emoción. Los más veteranos recordaron con quién acudieron por vez primera al Vicente Calderón. Los niños iban orgullosos con sus padres sabiendo estos que no existe en el mundo mayor felicidad que esa. El mosaico inicial, con los colores rojiblancos y la fecha de 1966 y la de 2017, disparó la adrenalina de la gente. Al inicio del choque hubo seguidores que mostraban felices bufandas conmemorativas del adiós del Calderón, hubo cola para llevarse las almohadillas y multitud de selfies. Cuando empezó el partido Torres se sumó a la fiesta con sus goles y recibimos uno de esos regalos mágicos que pocas veces tenemos. Fiesta total. El Calderón fue, una vez más, el templo de la felicidad. Gane, pierda o empate el Atlético, la gente ha disfrutado con los suyos.

Recuerdos. A mí también me pudieron los recuerdos. Pocas veces fue uno tan feliz como en el Calderón. Y no sólo en los partidos del primer equipo. Feliz viendo a Aguilera hacer diabluras en su etapa juvenil o al Madrileño casi llenar el estadio en las matinales de los domingos. Acudir a un partido para ver a los Marina, Quique Ramos, Rubio y compañía era ya fiesta mayor y a uno le podían los nervios sólo de pensarlo. Luego ya sí, ya el primer dinero ganado dio para un abono, en el fondo sur, en el anfiteatro… Uno jugaba por la mañana en Regional y casi sin tiempo para comer llegaba al Calderón. Juan Manuel Alamo y quien esto escribe pasamos muy buenos ratos esos domingos por la tarde viendo a nuestro Atleti del alma. Sólo había radio y por Carrusel escuchábamos los goles de los otros partidos. No había tanto como ahora, pero disfrutabas como nunca de lo que tenías.

Los héroes. El Calderón aplaudió ayer a sus grandes héroes, a esos jugadores que son leyenda del club. Hubo aplausos para Futre, Manolo, Aguilera, Kiko, Hasselbaink, Vieri, Forlán, Perea… Y para los de ahora, los Fernando Torres, los Godín, Lucas… Cuando Torres se marchó del terreno de juego uno retrocedió muchos años en el tiempo. Si hay dos futbolistas que he tenido el orgullo de conocer y tratar han sido Paulo Futre y el Niño. Orgullo de conocerles. Porque si han sido dos de los mejores futbolistas del Atlético que han pisado el Calderón, como personas siempre fueron un diez. Por Torres muchos fueron del Atleti cuando ser del Atleti era complicado. El otro día me dijo Adrián, mi niño, con la fuerza que le da sentir que el Atleti es ahora un equipo potente, respetado e igual de querido que siempre: “Papá, estáte tranquilo. En clase ya somos tantos del Atleti como de los de ellos (refiriéndose al Real Madrid)”. Los chavales y los menos chavales nunca le agradeceremos lo suficiente lo que Torres ha sido para el Atleti. Los niños de ahora se lo agradecen al Cholo y a ese grupo que juegan cada partido como si fuera el último.

Homenaje. El Calderón como templo de la felicidad. Porque salvo una etapa muy desgraciada en la historia del club, eso ha sido nuestro querido estadio, en los años 70 (con Luis, Gárate, Adelardo y compañía), en los 80, luego con los chavales del doblete, con Vieri, con Forlán… Porque para ser feliz no hay que ser el que más gana. Ser feliz es ver cómo celebra la gente un gol, cómo se emociona cantando el himno, cómo baja por Pirámides soñando participar en una tarde o noche mágica… En el Calderón hubo recuerdos para Margarita y las flores en honor de Pantic, recuerdos en honor de los tifos, en honor de Luis Aragonés, emblema del club… El espíritu del Calderón, rezaba en el fondo sur.

Gracias, Tiago. El partido fue el último de competición oficial en el templo de la felicidad. Pero también para algunos jugadores que serán para siempre parte nuestra. Tiago jugó su último encuentro oficial con el Atlético. “No nací del Atleti, pero siempre seré rojiblanco”. Es una muestra de lo que es este club. Una muestra de lo que ha sido el Atlético, el Calderón, nuestras vidas en estos últimos 50 años… Ganando, perdiendo o empatando. El rostro emocionado de TIago es el de todos nosotros, de un tiempo único. Ver a todos sus compañeros abrazando al portugués en el momento de su cambio, con el partido aún en juego, indica lo que ha supuesto para ellos. El Calderón, templo de la felicidad. Eterno Calderón, eterno Atleti.