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¡Ese balón que se le atascó a Guidetti...!

Se nos partía el alma viendo el desconsuelo de Guidetti, de la hinchada viajera, de los demás jugadores caídos por el césped, vacíos, ausentes de sí mismos por esa ilusión esfumada. Ese balón que se escapó en el último instante estaba en todas las mentes. Lo que pudo ser y no fue. La tristeza durará, pero no va a empañar la legítima sensación de orgullo por haber llegado hasta ahí. Lo dijo Iago Aspas con sencilla lucidez, nada más acabar el partido: un grupo de amigos puso en apuros al tremendo United de los fichajes multimillonarios. "Hace cinco años estábamos en Segunda...". El Celta ha llegado hasta aquí y se va con la frente alta.

Si en Vigo le pudo la responsabilidad, ayer fue, sin embargo, mejor. Tuvo más balón, remató más, cargó con el peso del partido. No se amilanó con el gol de Fellaini, que no cambiaba demasiado las cosas: al fin y al cabo, seguía necesitando marcar dos. Mourinho, con esa visión calculadora del fútbol que le caracteriza, fue metiendo al equipo progresivamente atrás, aliándose con el tiempo y con el juego embarullado. Aguantó hasta el 84', cuando llegó el gol de Roncaglia que abría una nueva posibilidad, y luego enmarañó aún más lo que quedaba de partido, hasta el punto de dar lugar a un alargue de seis minutos agónicos, con todos exhaustos.

Y en el último instante llegó la jugada que nunca olvidaremos: un pelotazo al área, Cabral que la baja a Beauvue que, en buena situación, no se atreve a rematar, sino que retrasa a Guidetti, que no lo espera y el balón se le enreda ante la portería vacía. Ahí estuvo la final. Faltó un milímetro, sólo eso. Cuando pase el dolor, el Celta podrá sentirse orgulloso de haber llegado hasta ahí. Mourinho reconoció con nobleza la superioridad del Celta en esta noche, en la que sin nada que perder se fue arriba a por el partido. La final enfrentará al United con el Ajax, pero cuando la veamos tendremos todos muy presente que el Celta mereció estar ahí.