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Ser del Atleti es tener otros santos. San Luis, San Pechuga, San Arteche. Ser del Atleti es llenar un campo en Segunda no un día, todos los días. Ser del Atleti son los cincuenta mil del sábado, cantando Atleeeti quince minutos aunque el fútbol se hubiera acabado. Ser del Atleti es creer, nunca dejar de creer (aunque otra vez te gane el Madrid). Ser del Atleti es eso que dijo Tiago, que te roza y te hace, para toda una vida. Ser del Atleti es no romper nunca el abono, aunque llore a derrota. Ser del Atleti es Pancho Varona, los Rolling Stones, una canción de Sabina. Ser del Atleti no son los trofeos en un museo sino la cuenta de las noches que pasamos en Neptuno.

Porque ser del Atleti no va de títulos ni de Copas de Europa, es algo más profundo y adentro, la bendita locura. Ser del Atleti no es ganar sino aprender lo que cuesta. Ser del Atleti es Sra. Rushmore, los últimos románticos que apuran un ron bajo los obeliscos de Pirámides o esa bandera heredara de un padre. Ser del Atleti es saber que en el pecho se tiene un corazón que encaja los golpes.

Ser del Atleti es que te falte el paraguas y aún así bailar bajo la lluvia. Ser del Atleti es creer que lo imposible se logra, caminar por una vereda que abrieron los alemanes (dale, dale, dale). Ser del Atleti no va de cabeza sino de emociones. Porque ser del Atleti son verbos, luchar, insistir, pelear, buscar, creer. Ser del Atleti es no rendirse y disfrutar de un camino, no de un final. Ser del Atleti es James Dean, los músicos del Titanic.

Ser del Atleti es agotar la camiseta de Juanfran después de la final de Milán. Ser del Atleti es que de igual que hoy pierda, que hoy no remonte, que hoy sea que la temporada no termina en Cardiff. Porque ser del Atleti es lo más grande que te puede pasar en la vida y va más allá de tener un equipo de fútbol. Es por eso que, quizá, hay quien no lo entiende.