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Se vio lo que dictaba la teoría

El Manchester United fue más rápido, más fuerte, parecía más grande y se sintió desde el primer minuto más cómodo en el escenario de una semifinal. De entre todos esos detalles, el más importante es el que tiene que ver con la cabeza. Es el peso de la camiseta. Es igual que no se haya cumplido los 20 años (como en el caso de Rashford) o que nunca se haya jugado una semifinal europea (como en la mayoría del once británico): el United salió al campo convencido de no dar un paso atrás. Se dice que el Real Madrid ganó al Valencia en la final de la Champions en el túnel de vestuarios; caminaban con tal confianza los madrileños que el rival se amilanó. Algo así ocurrió ayer. Otra cosa es el modo cómo se consiguió la victoria. No fue un sistema ofensivo el que Mourinho puso sobre el césped, pero sí disciplinado. La mezcla más efectiva del mundo del fútbol es la que combina trabajo y talento.

Ayer el United jugó como un equipo en fase de construcción, sin alardes, serio, en el que todos corrieron hacia atrás cuando tocaba. Seguramente no es lo que le corresponde al equipo más caro de la historia. En realidad es lo mínimo que se le puede pedir. Pero, en defensa del Manchester, hay que decir que está aprendiendo de nuevo a ganar que es siempre lo más complicado del mundo. Sí, en frente estaba el modesto Celta, pero a los equipos españoles hay que saber ganarles con la cabeza y con el balón. Al final se vio lo que dictaba la teoría: venció el equipo que está luchando por entrar en Champions en Inglaterra contra otro que ha maximizado su potencial mucho más de lo que nadie sospechaba.