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Messi es la sonrisa del Barça

Como en los viejos poemas castellanos, el Barça ha recuperado la color. Esa conversación de Messi con Luis Enrique, en el banquillo, tras el gol de penalti de Mascherano, es un síntoma del cambio operado en el ánimo del Barça, desde la cúpula hasta los suplentes. Messi, como es natural, fue el rey del campo; pero Messi es un rey obrero: no pasa desapercibido su paso por la cancha, como de meritorio. Sus goles (uno fue como el último que le marcó al Madrid) fueron un ejemplo de servidumbre al juego. Su sustitución redobló la importancia que ha adquirido en las últimas semanas para el futuro del Barça, y para su futuro en el Barça. El Messi sin esperanza, abatido, ojeroso, como si por encima de su cuerpo hubiera pasado un alma triste, ha dado paso a un jugador que ha conjurado la mala suerte con la exhibición pública, en el Bernabéu, de su camiseta. Aquel Messi del domingo último era un hombre asustado del delirio que había causado, y ahí, con el tejido azulgrana en las puntas de los dedos, pareció conjurar su pasada tristeza.

Su regreso al Camp Nou lo llenó de alegría, porque el graderío lo recibió como un héroe. Un último apunte, del árbitro: Munera Montero, de Granada, alumno del profesor Ángel Esteban. Pasión por la literatura, ganado por el arbitraje. Atentos: el mundo del fútbol no desdeña la literatura. Gran lector Munera. Además, leyó bien el partido, como se dice ahora.