Messi en su papel, el de número uno
Con ustedes, Leo Messi, el mejor jugador del mundo. Un tipo que puede ser apaleado hasta decir basta. Al que pueden romperle un labio en un codazo, al que Casemiro puede pegar hasta que a Zidane, todo un señor, le dé vergüenza que siga en el campo ante la mirada complaciente de un colegiado que ya le había perdonado dos veces la expulsión tras sacarle la primera amarilla. Luego, Ramos fue expulsado por entrarle con los tacos por delante (y espero que el Comité tome nota de los aplausos del defensa blanco cuando se iba del campo) y aún le provocó otra tarjeta amarilla a Kovacic. ¡Ah! Y si eso fuera poca cosa, marcó dos golazos. Uno para remontar el de Casemiro en la primera parte tras dejar clavado a Carvajal y otro en el minuto 92. Parece que eso de las remontadas y de los triunfos en el descuento ya no es monopolio de la épica blanca. Messi, además de todo lo relatado hizo en el Bernabéu un partidazo descomunal cuando se le cuestionaba su efectividad en Chamartín.
Hacía seis años que Messi no marcaba en Madrid, a pesar de que con los dos de ayer ya ha marcado 14 en el estadio madridista. Llevaba seis partidos en Chamartín sin anotar tras el hat-trick, ojo al dato, que logró en la temporada 13-14. El domingo se desquitó a lo grande de todas las dudas y demostró que no le pueden parar ni a patadas ni a codazos que le obliguen a jugar 20 minutos con un papel o un algodón en la mano para contener la hemorragia tras el golpe de Marcelo (que también se fue a curar el codo, el pobre) Ese es el papel de Leo. El de atajar hemorragias.