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Catastróficamente optimista

El viernes coincidí con el gran Sergi Pàmies, el único culé que conozco que no es antimadridista tal y como explica en su imprescindible libro ‘Confesiones de un culé defectuoso’. Y hablando del Clásico ambos coincidimos en nuestro pesimismo respecto a las opciones del Barcelona. Pàmies tiene la particularidad de no ser antimadridista y eso le aparta de la manada culé recurrente, pero en cuanto al pesimismo, es de esos aficionados que se forjaron en los años de plomo y siempre ha mirado los éxitos de la última época con una filosofía muy propia de Rafael Azcona, como sospechando que todas esas cosas buenas sólo eran el aviso de que algo terrible iba a suceder. Ni decir tiene que yo comparto totalmente sus tesis, así que nuestra conversación fue lo más parecido a dos ancianos que se encuentran por la calle y empiezan a relatarse sus achaques. En vez de hablar de dolores de espalda, artritis, reumatismo, colesterol o juanetes, enumeramos la inseguridad de Ter Stegen, la tarea agitadora de Piqué a lo largo de la temporada que sin duda se volverá en contra, la falta de banquillo, la inoperancia del Barça en las jugadas a balón parado que contrasta dolorosamente con la solvencia del Madrid. Y cuando estábamos enterrando al Barça y cualquier opción, no ya de ganar, sino de salir derrotados dignamente de Chamartín, nos dimos cuenta de que si lo veíamos tan mal, sólo podíamos estar equivocados. Pàmies, genial, definió este estado como el de “catastróficamente optimistas”. Cuidado con nosotros, Tomás.