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Todo es comparable

Los debates televisivos o radiofónicos suelen plantear asuntos tan apasionantes como la discusión de si Messi es mejor que Cristiano o si Zidane sabe tanto de fútbol como Guardiola.

Y se dice: “¡No vas a comparar cómo lanza las faltas Messi con las de Cristiano!”. “¡No puedes comparar los títulos de Ancelotti con los de Zidane!”.

A veces se pronuncia ese verbo bajo la figura retórica de la hipérbole (o exageración), y eso es correcto si todos los interlocutores entienden la metáfora. En esa complicidad cabría aceptar por ejemplo este aserto: “No se puede comparar la catedral de Burgos con la ermita de Tulaguillas”. En efecto, con ello diríamos que la distancia histórica y artística entre ambos monumentos hace absurda la comparación; pero en el entendido de que en realidad sí podrían compararse (para marcar sus diferencias y similitudes; por ejemplo, si ambas son de piedra).

El problema surge cuando alguien dice en sentido literal: “¡No me puedes comparar a Messi con Cristiano!”, o “a Ancelotti con Guardiola”, y anula así toda posibilidad de cotejo. Porque en este caso no se aprecia tanta distancia entre los elementos comparados como para que se active la posibilidad del segundo sentido.

El verbo “comparar” significa “fijar la atención en dos o más objetos para descubrir sus relaciones o estimar sus diferencias o su semejanza”. Quizás se debería retocar la definición, pues no sólo se comparan “objetos” en esta vida, sino sobre todo futbolistas y entrenadores (como demuestran los programas deportivos). Por tanto, en realidad todo se puede comparar.

Esos contertulios que se dejan la piel por sus ideas parecen no usar bien el significado de este verbo. ¿Qué les sucede a los discutidores en tan abruptos debates? Pues quizás les pasa que se niegan a “comparar” cosas comparables porque están pensando en otro verbo, que sin embargo no pronuncian: “equiparar”.

Porque “equiparar” no es buscar las diferencias y similitudes entre dos cosas o personas, sino “considerar a alguien o algo igual o equivalente a otra persona o cosa”.

Por tanto, sería preferible que dijesen “no se pueden equiparar Cristiano y Messi”, lo cual constituye una opinión muy respetable, en vez de “no se pueden comparar Messi y Cristiano”, tan perfectamente comparables; como comparables resultan Zidane y Ancelotti porque ambos son entrenadores y personas reales y presentes.

Más difícil, desde luego, nos resultaría equiparar a Burgos con Tulaguillas. Porque Tulaguillas jamás existió.