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Si Marco se llamara Willemsen

Si Marco Asensio hubiera elegido el apellido de su difunta madre como nombre futbolístico ya se estarían leyendo titulares como “El nuevo Cruyff”. En cambio, el patronímico paterno parece que vende menos y no tiene tanta galaxia como el de otros chicos a los que su nombre encumbró antes que su fútbol. Por su juventud y por timidez cuando habla, se le tiene como un recluta novato sin derecho a nada, cuando en realidad tiene mucho más fútbol que algunos oficiales repeinados. Resulta que Asensio tira del equipo en Leganés y el siguiente partido ni entra en la convocatoria. La decisión de Zidane pasó inadvertida, como casi toda la Liga, donde sólo Coentrao, Mariano y Yáñez, el tercer portero, han jugado menos que Marco. ¡Alabado sea Cristo! Si el Madrid estuviera maravillando con su juego tendría un pase, pero no es así...

Cuando el chaval entra en el equipo, a los aficionados se les abren las pupilas como si les hubieran inyectado adrenalina en vena, viendo cómo conduce la pelota pegada a su zurda, cómo se para y acelera en un palmo, cómo encuentra fácil la asistencia y el gol. El balón que regaló a James en Butarque tras una carrera de vértigo sorteando rivales está al alcance sólo de privilegiados. El pase a Cristiano en Múnich es más de medio gol. Con el motor de veintiún años que tiene sería terrible que no alcanzara el protagonismo que merece en el Madrid. Y el Barça lamentando no haberlo fichado hace tres veranos, cuando costaba cuatro millones. Si se hubiera llamado Willemsen, lo mismo.