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Pasar por Múnich y medirse con el Bayern es uno de los grandes exámenes del fútbol. En cualquiera de sus versiones, y se han visto numerosas desde los tiempos de Beckenbauer, Breitner y Gerd Müller, el Bayern es un grande del fútbol mundial. Lo saben sus rivales y, sobre todo, se sabe en el club y su entorno. Está tan acostumbrado a ganar que transmite invariablemente la sensación de poderío y confianza. Si juega bien, el Bayern gana. Si juega mal, es raro que pierda. Eterno favorito en la Copa de Europa, sus últimos resultados invitaban a un optimismo feroz en Múnich, pero el Real Madrid, que está impregnado hasta los huesos de una mística similar, le derrotó en una segunda parte memorable.

Hace tres años, el Real Madrid aplastó (0-4) al Bayern en el Allianz Arena. Fue una victoria clínica, obtenida con una precisión de cirujano. Se vio menos un baño que un imponente ejercicio de contundencia. No fue el caso del miércoles. El Real Madrid venció con un peor resultado (1-2) que en la edición anterior, pero con la demostración más natural y brillante que se le recuerda al equipo en muchos años. En Múnich, el Madrid rozó la perfección. Más que una victoria, y utilizando el argot callejero, fue un polvazo.

Ni en la peor de sus noches, el Bayern hace la vida amable a sus rivales. El primer tiempo explicó bien sus características. Encontró una vía de solución, la de Arjen Robben, a sus problemas y la exprimió sin disimulo. Sufrió Marcelo y se inquietó la defensa con la sucesión de saques de esquina, provocados generalmente por las habilidades del extremo holandés. De un córner llegó el primer gol. Lo marcó Vidal, que es una bomba de energía. Se produjo una desatención de Nacho, pero el error no desacreditó su magnífica actuación.

El dividido primer tiempo mostró una buena parte de las mejores noticias para el Real Madrid. Como es habitual, Carvajal aniquiló a Ribéry, Sergio Ramos decidió ser el portentoso central que lleva en su cuerpo y Benzema fue el jugador total. El resto del equipo ofreció registros medianos. La noticia más preocupante correspondió a Bale. Se esforzó en la persecución a Alaba, pero su impacto fue casi nulo.

Es cierto que el Bayern tuvo el 2-0 a tiro. El penalti, mal concedido por el árbitro, lo falló Arturo Vidal, víctima de su propia sobrexcitación. No merecía el Bayern esa ventaja. El equilibrio presidió el primer tiempo. La sinfonía madridista presidió el segundo. Una manera de saber cuándo un equipo ha jugado como los dioses se establece en el juicio a los jugadores. Frente al Bayern, sólo Bale bajó del notable, limitado por su dolencia muscular.

La expulsión de Javi Martínez señaló el desgobierno de su equipo frente a un rival que llevaba a esas alturas por la cuneta. Ancelotti tomó una decisión bastante discutible: retiró a Alonso y adelgazó el medio campo. Un error grueso. En ese partido, Thomas Müller no pintaba nada. El ingreso de Kimmich por Ribéry le hubiera venido de perlas al equipo alemán. También merecía pensarse el cambio de Thiago por Douglas Costa. Un medio campo con Kimmich, Alonso y Vidal, más dos futbolistas veloces como Costa y Robben, habría significado una mayor resistencia por parte del Bayern.

Dice todo del Real Madrid, cuya autoridad era evidente antes de la expulsión de Javi Martínez, que la inmensa mayoría de sus futbolistas alcanzara el sobresaliente, que fuera casi imposible designar al mejor del equipo y que al menos cuatro o cinco jugadores merecieran el 10: Carvajal, Sergio Ramos, Casemiro, Benzema, Cristiano y el joven Marco Asensio, cuyo ingreso le sentó al Real Madrid como un guante.

Quizá el jugador del partido, con permiso del imponente Neuer, fue Carvajal, cuya producción defensiva fue extraordinaria, pero no mejor que su importancia en el juego de ataque. Hizo un partido imperial, lo mismo que Casemiro, ubicuo, imbatible y diligente con la pelota. Su pase a Carvajal en el primer gol fue delicioso. De los remates en los dos goles se encargó Cristiano, sensacional en los desmarques y en los tiros, francamente difíciles de ejecutar.

En medio de grandes noticias, ninguna superó la de Marco Asensio. Demostró en media hora que dispone de todos los recursos para convertirse en figura del fútbol español. Astuto para moverse por todas las zonas del campo y aplicar en cada sitio la receta conveniente, dejó para el segundo gol una de sus cualidades más reseñables. Donde los delanteros ven un centro, Asensio genera pases. Y qué pases. El que precedió al segundo gol fue monumental.