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Todo lo que le llegue es un regalo

El análisis posterior del Leicester sobre la última ronda de la Champions pasó por las decisiones de Sampaoli más que por los errores o aciertos de su propio equipo. Al conjunto inglés le sorprendió que los sevillistas jugaran con Iborra y Nzonzi en la medular, una elección que ralentizó el juego del Sevilla. Fueron conscientes que la suerte estuvo de su lado (tres postes y dos penalties fallados del rival) y que no todo el mundo tuvo la fuerza suficiente para aguantar 90 minutos (Mahrez, por ejemplo). O sea, los primeros en creer que hay algo milagroso en la llegada del Leicester a los cuartos de la Champions son ellos mismos.

Pero como en Inglaterra la dictadura del resultado manda tanto como en el resto del planeta, el pase ha conducido a conclusiones festivas en el entorno: nadie querrá jugar contra el Leicester, se decía antes del sorteo; si han eliminado al Sevilla, ¿por qué no al Atlético? En la radio se escuchó toda la tarde que el Leicester tuvo mala suerte en el cruce por el estilo de los de Simeone; quizá, se dijo, les hubiera ido mejor con otro rival. En fin, las victorias tienen un efecto fascinante en la memoria: ya nadie se acuerda del baño de fútbol del Sevilla en el partido de ida (22 tiros a puerta por 5 del Leicester). En todo caso todo lo que le llegue al Leicester a partir de ahora será un regalo para su afición y un motivo de celebración para los futbolistas que se han apoderado del vestuario.