Piqué, el candidatable populachero
Piqué está en campaña. He aquí un hombre confundido. Todavía no es más que defensa central, muy bueno, por cierto, pero se siente autorizado para ponerse en cabeza del club. Estos días ha hecho alarde de rebeldía frente a arbitrajes adversos, en contra de la prudencia de su jefe directo, Luis Enrique. La doctrina oficial del club es que arbitrar es difícil y que quejarse no sólo es estéril, sino que puede ser contraproducente. Frente a eso, Piqué eleva la queja en plan Gaspart, insiste en aquí estoy yo por si me quieren sancionar y hasta le planteó un desafío, en la retirada del campo en Vila-real a Javier Tebas, que manda en los horarios, pero no en los árbitros.
Ese defensa central metido a portavoz institucional resume el punto de confusión en que está cayendo el Barça, una vez perdidos referentes como Guardiola, Puyol y Xavi. Acaba de dar un cante con su ausencia de la Gala de la FIFA. Sus jugadores están de mal humor, porque los resultados no son buenos y los dos últimos arbitrajes tampoco. Pronto han olvidado el penalti al limbo de Mascherano a Lucas Vázquez, y la repulsa generalizada que mereció el Madrid cuando, aún gobernado por Mourinho, hizo desplantes parecidos. El Barça, como el Madrid, forma parte de lo mejor del fútbol y queda fatal cuando caprichos menores le alejan de algo así.
Pasó, claro, porque Bartomeu no manda. Como le pasó a Florentino mientras se plegó a los caprichos de Mourinho. Ahora, sobre un Luis Enrique capaz por sí de no ir ni a la Gala de LaLiga en Barcelona a recoger un premio para él, se eleva Piqué, el presidenciable que rompe filas en el discurso arbitral para distinguirse. Tipo tan inteligente como proclive a accesos de estupendismo como aquel que le llevó a maltratar de palabra a un municipal que le multaba, escena insufrible donde las haya. Ahora se eleva a portavoz de un Barça neoperseguido, como candidatable a la presidencia en una línea que hoy se diría populista, antes populachera.