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Jugar con fuego en San Mamés

Hubo dos instantes decisivos en los que hubo fuego en el campo. Lo que le hizo Aduriz a Umtiti. El penalti que no pitó el árbitro. La primera jugada estaba teñida del cinismo con el que actúan los futbolistas en el pandemónium del área. A veces los árbitros las ven y hacen la vista gorda, otras veces las pitan y a veces las pitan por dentro. El efecto hace reaccionar a los afectados como si el cuerpo tuviera fuego. Luego se van calmando poco a poco, y unos y otros piensan que no es para tanto.

Pero en la Copa del Rey, y entre estos dos equipos en particular, todo es para tanto. Así que ese episodio, que me extrañó en Aduriz, al que admiro, siguió incendiando el cuerpo del Barça hasta que el árbitro encendió de nuevo el mechero y dejó de pitar un penalti que vio clarísimo hasta el que lo hizo. Ese fuego reavivó el espíritu del Barcelona, que hizo un resultado propio de la Copa. Me dio mucha pena tanto fuego, porque entre los dos, con la colaboración indeseada del árbitro, quemaron el fútbol.