Del Abracadabra al Ábrete Sésamo
Dije Abracadabra por lo bajo antes de sentarme con Mario para tratar de resolver sus deberes de matemáticas de cuarto de Primaria, pero las fracciones que están dando ahora son igual de complicadas que en mis tiempos de EGB y al final pidió auxilio a su madre, que es lo más sensato que se puede hacer si al día siguiente tienes examen y has faltado a clase toda la semana por unas paperas.
Luis Enrique también pensó que sólo tenía que decir Abracadabra y las diagonales de Messi, las lambretas de Neymar o el martillo hidráulico de Luis Suárez le sacarían como por ensalmo de cualquier apuro. Quizás por ello abandonó en exceso otras variables que hay que analizar cuando en vez de quebrados se plantean quebraderos de cabeza sobre la pizarra. La marcha de un tal Xavi y las cada vez más prolongadas ausencias de un tal Iniesta no se resuelven sólo con la fórmula matemática de MSN al cuadrado.
El Abracadabra le funcionó muchas veces a Luis Enrique, pero ya se sabe que los embrujos también se rompen de tanto usarlos. Últimamente se tapa la boca con las manos más que de costumbre cuando habla con Unzúe en el banquillo, y hay quien piensa que está invocando por bajo otro tipo de hechizo sin que nadie le descubra y pueda así echarle un mal de ojo.
Esta moda de taparse la boca es relativamente reciente. Quizás sea la única certeza sobre el Clásico de esta noche. En un momento del partido, posiblemente ya en el primer tiempo, los futbolistas acercarán las cabezas para mantener un diálogo y se llevarán una de sus manos a la boca, como haciendo un cuenco con el que proteger la brasa de un cigarro del viento del Montjuic mientras se citan con los ojos para verse luego en el parking del estadio.
Toda moda suele ser importada, y ésta en concreto viene de Los Ángeles. No sé si recuerdan la película, ‘Uno de los nuestros’, de Scorsese. Dos mafiosos, Joe Pesci y Ray Liotta, dialogaban en un jardín con porche al atardecer, sabiendo que desde un coche les estaba grabando el FBI con una cámara para leerles los labios. Fue Pesci el que ideó el truco. Para evitar que descifrasen la conversación se llevaba un palillo a la boca y jugaba con él entre los dedos, como los camioneros tras apurar el café.
-Me he cansado de vivir con miedo- aseguraba Joe Messi.
-No, simplemente te has cansado de vivir- le replicaba Pepe Liotta. Y al poco ya le estaban haciendo un agujero en el desierto de Nevada, y quien dice Nevada dice el Camp Nou.
La moda se ha extendido tanto que hace un par de domingos me pareció ver a mi hijo Mario ocultarse la boca con los dedos en un partido de benjamines tras haberle raspado la espinillera al delantero rival. Y el mismo gesto le observé cuando le obligué ayer a apagar la Play para hacer los deberes y se puso a hablarme entre susurros tapándose los labios.
Superadas ya las paperas, Mario espera con impaciencia que comience el Clásico. Ya sabe que lo del Abracadabra no funciona, que ha caducado. En el cole hace unas semanas leyeron unos cuentos de Las mil y una noches y supo de unas nuevas palabras mágicas, ábrete Sésamo, que derribaban cualquier obstáculo, aunque ya barrunta que esta noche sólo con eso no le sea suficiente al Lucho.