Del feroz Mariano al dulce Enzo Zidane

Los que fueron al Bernabéu, que superaron los cuarenta mil (buen horario, buenos precios, doble acierto), lo pasaron bien. Como dije del partido de ida, este me recordó también aquellos amistosos de los sesenta, destinados a mantener en forma a los suplentes, a acelerar la puesta en forma de lesionados y a dar oportunidades a promesas de la cantera. El hombre de la noche fue Mariano, una fiera del ataque. Remató seis veces, marcó tres goles. He ahí un buen delantero para Primera División, y quién sabe si algo más cuando le suelten la cadena. Lo tiene difícil, con Benzema, Morata y ahora hasta con el reconvertido Cristiano, por delante de él en su puesto.

Pero él insiste. Ha tenido la oportunidad de salir al Sevilla o al Villarreal, por ejemplo, y ha preferido quedarse. En la cantera le costó todo. Siempre empezó de suplente (de Raúl de Tomás, de Borja Mayoral...) pero acababa imponiendo su ley. Su ley es el dominio de ambas piernas y de la cabeza, una gran movilidad y la obsesión fanática por el gol. No es brillante en su juego, como no lo fue Papin, con el que le emparento, salvando las distancias, pero tiene, como él, algo que se paga caro: gol. Da lástima no verle cada semana en alguno de esos clubes que han pedido su cesión. Pero se tiene tanta fe que ha preferido jugársela aquí.

La otra noticia fue Enzo Zidane, que compareció en la segunda mitad, y gustó, como en el Trofeo Bernabéu. Da gusto ver sus maneras y no es difícil ponerse en el papel del orgulloso padre, del que tiene cosas: la planta, el tranco, el control, el recurso variado y elegante. También cierta frialdad, que Zidane padre compensó con su extraordinaria clase. No sé si Enzo llegará a tanto, pero dejó pinceladas que nos quitan años y marcó un buen gol. Fue el segundo hombre de la noche. Odegaard progresa poco a poco, pero su juego preciosista aún es un poco demasiado en corto. ¿Y James? No destacó entre tanto meritorio. No fue a por nota.