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Un oasis en el desierto del Valencia

El Valencia, en los tiempos que mejor le ha ido, siempre fue un equipo “bronco y copero”. Precisamente con la Copa abrió (1999) y cerró (2008) sus gloriosos años que le llevaron a dos finales de Champions y a ganar dos Ligas, una UEFA y la Supercopa de Europa. De hecho, a modo de preludio del sinsentido en el que muchas veces habita el club de Mestalla, aquella última Copa, la de Koeman, ni tan siquiera llegó a celebrarla con su afición por las calles de la ciudad. Desde ese año, decepción tras decepción en el torneo del KO, incluyendo el bochornoso 7-0 del curso pasado en el Camp Nou, partido arquetipo de la era Neville y del que el proyecto Lim aún no ha sabido levantarse.

El Valencia, que deambula con sus 11 puntos y que llama a la desesperada al mercado de enero, ve la Copa como su único puente para volver a Europa el año que viene, algo que no deja de ser un clavo ardiendo y, seguramente, también una quimera. Sea como fuere, Prandelli, que anda ‘mosca’ con algunos comportamientos que ve en su vestuario y de ahí que insista en reclamar “humildad” y en dar toques de atención, tiene en Ranieri un espejo en el que mirarse, porque su Valencia hizo honor a lo “bronco y copero”.