Mitificamos el baloncesto
El Madrid, el Barcelona y el Baskonia han disputado cuatro partidos la pasada semana. Cada domingo, el de Liga; entre medias, dos de Euroliga, por eso de que una vez al mes hay jornada doble continental. En los medios baloncestísticos se han escuchado todo tipo de calificativos para realzar el esfuerzo que han hecho los jugadores. Esfuerzo, a todas luces, notable, pero tampoco hay que magnificarlo. Los minutos que han acumulado quienes más se han prodigado en estos cuatro partidos —Voigtmann (122), Larkin (122), Rice (115), Oleson (108), Shengelia (108), Llull (106) y Perperoglou (101)— son inferiores a los de cualquier futbolista que haya completado los partidos de Liga de estos dos domingos. Y para llevar la comparación al mismo deporte, está la NBA.
Antes de que se completara la jornada de ayer, ya había una docena de jugadores en la NBA con más de 100 minutos de juego, y en tan sólo tres encuentros. Algunos con largos desplazamientos por Estados Unidos, que superan los realizados en esa semana por los jugadores del Barcelona (Belgrado y Madrid), del Baskonia (Barcelona, Madrid y Málaga) y del Madrid (Milán). Afrontar esa doble jornada europea una vez al mes, más la Liga, no justifica amplias plantillas, de casi hasta tres hombres por puesto, ni las rotaciones que realizan sistemáticamente los entrenadores; menos aún, que voces amigas y cómplices las defiendan por el “durísimo esfuerzo” de los jugadores, quienes, por cierto, lo que quieren es jugar, no estar en el banquillo esperando a que les toque salir.