¿Ipic Bernabéu? El fútbol deja de ser lugar para románticos
Cabeza gana a corazón. El Real Madrid necesita seguir siendo cada vez más rentable y más competitivo. Palabras que forman parte de la hoja de ruta de cualquier presidente de compañía, pero que pueden chirriar cuando se cruzan con los sentimientos de los aficionados. Puede que sea el signo de los tiempos o la necesidad de hacer tangible un legado personal, más allá de los resultados deportivos, pero el que paga la fiesta exige. Lo que ayer se anunció en el Ayuntamiento de Madrid fue mucho más que la remodelación de un estadio. Algunos lo verán como una oportunidad histórica, otros como un jirón de identidad perdido. En empresa, no hay tu tía: cabeza gana a corazón.
De los socios. Una frase hecha y repetida por todos los presidentes de la historia del club, pero a la hora de tomar las decisiones que tocan el corazón de los socios no cabe preguntarles sobre las mismas. En la lógica presidencial: si me han elegido es para tomar decisiones. Es un problema de piel y no tiene fácil digestión. Sería insensato reconocer que hay un abismo entre el estadio Santiago Bernabéu de hace tres lustros y el de ahora. Éste es infinitamente mejor y más moderno, pero si el precio de mutar esa piel nuevamente es ponerle un nombre comercial junto al del mítico presidente blanco es incuestionable que se está tocando una fibra sensible. La vida, como LaLiga, sigue o será que nos atropella.
Zidane y los equilibrios. Una plantilla tan descomunal como la de este Real Madrid, desequilibrios aparte, se convierte en un ejercicio de funambulismo permanente. Por acción, cuesta creer que Marco Asensio, después de su exhibición con la Sub-21, con dos golazos de bandera, luciendo esa perfecta aleación entre colocación y potencia que destila su zurda, no merezca la titularidad. Por omisión, Lucas Vázquez, que no ha tenido ni un solo minuto, ni con el Madrid ni con la Selección en los cuatro últimos partidos, no merezca salir de ese ninguneo que no hace justicia a su aportación al equipo.
Sin Ramos, Casemiro y Modric. Es como si a un guerrero le quitas el espíritu, el escudo y la lanza. Tres piezas claves en la columna vertebral del equipo de Zidane coinciden en la enfermería, justo después de las semanas de Selecciones, en la que los jugadores acostumbran a estar más dispersos de lo habitual. El reto del Villamarín, en estas circunstancias y conociendo los resultados de los rivales directos, no se antoja sencillo. El Madrid necesita cambiar la inercia. De no ganar, la crisis de resultados sería casi una proclamación.