Aquella fría mañana medio siglo atrás...
Fue un 2 de octubre, como hoy, pero muy distinto. Una mañana fría, lluviosa, desangelada. El Atlético estrenaba estadio, obra casi personal de un presidente inteligente y tenaz, Vicente Calderón, que desencalló una operación atascada. Cuando llegó, el club no tenía dinero ni permisos para construir en unos terrenos sobre cuya regulación discutían Canalización del Manzanares y el Ayuntamiento de Madrid. Encontró dinero y lo hizo a la brava, sin papeles. Fuertes de Villavicencio, gran personaje atlético, ex vicepresidente del club, y Jefe de la Casa Civil de Franco, consiguió que este doblegara el brazo del alcalde, Arias Navarro.
Se inauguró de aquella manera, pero se inauguró. Con la grada alta sin asientos, con las esquinas sin cerrar (ya para siempre), con olor a cemento sin secar, con sólo 20.000 espectadores de los 40.000 posibles. Pero fue la primera piedra de una nueva época para el Atlético. Un grupo de socios levantó orgulloso una pancarta: “Ya estamos en nuestra casa y nadie nos ha humillado. Y mientras ellos van de pie, nosotros, todos sentados”. Aquel campo no tenía localidades de pie, todo un avance. En el Bernabéu sólo un tercio, aproximadamente, de su capacidad, era de asiento. El resto, infantería.
Hubo dimes y diretes sobre si el Atlético tendría que jugar en el Bernabéu antes de ir a su campo. El Madrid, lo cedía, pero a cambio de ir todos sus socios gratis. Sería casi como jugar fuera de casa. Aquella Liga la empezó el Atlético en San Mamés, luego obtuvo del Barça el aplazamiento de su partido hasta el 1 de noviembre, visitó al Depor y por fin, en la cuarta jornada, pudo abrir el nuevo campo. Un poquito en precario, pero evitando la horca caudina del Bernabéu. Fue por la mañana, televisado, marcaron Luis y Paquito. Resultó un partido flojo, pero fue un salto gigante para el Atlético.