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Ha vuelto. El tiempo ha dado la razón a Zidane. El marsellés explicó que el famoso y polémico cambio de Cristiano en Las Palmas fue “pensando en Dortmund”. Y así fue. Desde la víspera del partidazo del Signal Iduna Park vimos al portugués enrabietado, mordiendo hasta en los rondos, encorajinado... Cristiano es el primer crítico de sí mismo y sabe que necesita tiempo y paciencia, al no haber tenido pretemporada, para volver a ser lo que es: el mejor futbolista que pisa la Tierra. Esos 20 minutos de tregua que Zizou le dio en el paraíso de Gran Canaria tuvieron su premio en la guarida del Borussia, un equipazo que juega con una velocidad boltiana. Cristiano aceptó el reto y desde su primera intervención se mostró enchufado, hambriento e inspirado. A Benzema le dio un gol regalado, que el francés desperdició al caerse solo (?). Y después puso colofón a su gran primer tiempo definiendo con maestría una jugada colectiva de Premio Nobel. Modric sacó el compás con ese exterior que inexplicablemente ponía nervioso a Benítez, Karim amagó y abrió a Kroos. Este a James, que filtró el balón a Bale y este se inventó un caño-túnel que agradeció Cristiano con su gol 95º en Champions, a sólo una manita del centenar. Messi lleva 86. El 7 tiene la oportunidad de ser el primero de la historia en ser centenario. No duden en apostar por el Bicho. Y me gustó su saludo cariñoso a Zinedine. Como dijo el míster el martes, “yo no soy tonto y él es inteligente”. Amén.

La ‘Xantofobia’. Nada más marcar Schürrle el 2-2, mi móvil se llenó de mensajes de amiguetes tocándome las narices con la guasa del amarillo y su gafancia latente. Para empezar, igualar en el dificilísimo estadio del Borussia no es un desdoro, al contrario. Pero aceptando que desde la chirigotada del Carranza llevamos ya cuatro resbalones contra equipos de ese color (Cádiz, Villarreal, Las Palmas y Borussia), no quiero contraer la enfermedad llamada Xantofobia (“miedo irracional y enfermizo al color amarillo”). Por si acaso yo me curo en salud y le pediría al Eibar que este domingo juegue en el Bernabéu con su primera indumentaria, la azulgrana. No se asusten si les digo que la segunda equipación de los guipuzcoanos es... ¡amarilla!

¿Alemanes? Cuando yo era niño, los alemanes nos machacaban a menudo en su territorio. Bayern Múnich, Kaiserslautern, Hamburgo... Ir allí era como ir al dentista. Anoche, el Madrid afrontaba el mito del Muro Amarillo, atenuado en la Champions porque la UEFA le reduce la mitad del aforo. Pero a pesar de sus arreones habituales con el público más fogoso de la Bundesliga, me fijé que en el once titular de Tuchel había un suizo (Burki), un polaco (Piszcek), un griego (Sokratis), un francés-mauritano (Dembélé), un portugués (Guerreiro) y un gabonés (Aubameyang). O sea, que del legendario ogro alemán sólo queda el eslogan...

Keylor, aprobado. Le sobró el rechace corto de puños en la jugada del 1-1. En esas acciones se le notaron los cuatro meses que ha estado ausente de las porterías (su última actuación fue en la inolvidable final de Milán), pero se le vio ágil y volatinero. Eso sí, en su ausencia Casilla ha guardado el fortín con dignidad, sobriedad y aplomo. Bien, Kiko.

Esperanzados. Este valioso empate va por Sergio Nieto, socio número 1 del Madrid, que ha cumplido 92 años. Y por Alberto de Calanda y Fernando de Calatayud. Buenos madridistas.