El COI: sostenella y no enmendalla
Un día para los Juegos Olímpicos. Un día para que el mundo se detenga a observar uno de los acontecimientos más vistos en la historia de la televisión: la ceremonia de inauguración de los Juegos de la XXXI Olimpiada. Unos Juegos que ya antes de empezar han dejado en evidencia a Brasil y al COI. Brasil se postuló para celebrarlos porque era un país emergente, y lo que resultó ser fue otro de los grandes engaños que se suceden a nivel global. El COI tampoco sale bien parado en vísperas de estos Juegos.
Nunca aplicó medidas cuando advirtió que Brasil no cumpliría sus compromisos. Ni siquiera alertó de ello, al ser evidente que la situación empeoraba en el país. El caso de la vela es revelador. Hubiera bastado un cambio de escenario, no lejos de Río, donde las aguas son cristalinas, como decía Ripoll, jefe del equipo español de vela. ¿Dónde queda la credibilidad del COI cuando habla de condiciones imprescindibles para la concesión de unos Juegos, tales como medio ambiente, legado, seguridad o infraestructuras?
Los últimos Juegos de Invierno resultaron un escándalo a raíz del derroche que Rusia hizo en Sochi y de las manipulaciones realizadas en los controles antidopaje para ocultar los positivos de sus deportistas. De aquellos barros vienen estos lodos, y en Río faltarán los atletas rusos. No se puede decir que el COI lo esté haciendo bien. Presume de ser un organismo supra gubernamental, absolutamente libre y capaz de organizar el mayor evento que se pueda dar en el planeta. Organizarlo, sí, pero la cosa no va a mejor.