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El portento físico que detesta las bridas

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Nadie supera a los italianos para definir a los jugadores. Tuttocampista, por ejemplo, es un término que se estableció en el Calcio para detectar a un tipo de futbolista difícil de acotar. Probablemente fue el argentino Sebastián Verón el primero que mereció ese calificativo, o al menos el que llevó la fama de centrocampista total, de gran despliegue, capaz de imponerse en todas las zonas, anotar goles y generar una notable energía defensiva. Evidentemente, se trata de un adjetivo exaltado, optimista. De la versatilidad a la dispersión sólo hay un pequeño paso. El tuttocampista se trasladó como todocampista al castellano, donde apenas se utiliza una definición que parece cuadrar a Paul Pogba.

Los grandes equipos de Europa —Real Madrid, Barça y Manchester United— cifraron el fichaje de Pogba como gran objetivo hace un par de temporadas, apenas dos años después de su llegada a la Juve. Procedía del Manchester United, que recibió cuatro millones de euros por el traspaso. Álex Ferguson se limitó a lanzar una andanada contra el jugador francés. “Mejor que se vaya”, declaró. Por esa razón tiene miga —125 millones de euros— el probable regreso de Pogba al United. La petición de Mourinho puede interpretarse como un desafío al viejo maestro.

Pogba sólo jugó 68 minutos en la Premier, todos en la temporada 2011-12. Los repartió en tres partidos. El 15 de marzo de 2012 apareció por sorpresa en San Mamés, en la vuelta de los octavos de final de la Europa League. El Manchester necesitaba remontar para pasar la eliminatoria, en medio de un ambiente indescriptible en La Catedral. Nadie esperaba a un chaval que había merecido los mejores comentarios como integrante de las selecciones juveniles francesas, pero sin el menor sitio para Ferguson.

Pocos repararon en Pogba aquella noche. Ganó (2-1) el Athletic en una fecha memorable, Rooney marcó un golazo y Ryan Giggs fue despedido como un héroe del fútbol. Pogba, que entró en el minuto 63, estuvo a punto de cambiar el signo del encuentro. Su impacto fue inmediato. Su despliegue hizo daño entre los fatigados y ligeros centrocampistas del Athletic. En apenas media hora, reunió en una píldora todas las cualidades que luego ha mostrado: un enorme campo de acción, una presencia física imponente, la facilidad para romper líneas y el tiro de media distancia. Fue su única aparición europea con el Manchester United.

La Juventus. Tres meses después fichó por la Juve, el club con mejor ojo de Europa. En los últimos años ha fichado a Bonucci, Pogba, Dybala y Morata. Ha vendido a Morata, Pogba será traspasado al Manchester United, a expensas de un golpe de efecto del Real Madrid a última hora, Bonucci figura como el principal objetivo del Manchester City y Dybala multiplicará su considerable cotización la próxima temporada.

La Juve ha dado carta de naturaleza al tuttocampista Pogba. Su influencia en el equipo ha sido enorme, menos por su destreza táctica que por su arrollador estilo. De alguna manera pertenece al tipo de portento físico que se adelanta a su tiempo. En la Juve ha dejado grandes partidos y uno majestuoso, el que brindó en el Allianz Arena frente al Bayern. Pogba fue una navaja suiza. Sirvió para todo. Fue el mejor lateral, centrocampista y mediapunta. Y casi el mejor delantero. Le superó Morata en una noche sensacional. Ese partido mostró la naturaleza incontenible de Pogba, absolutamente contenido, y por tanto poco relevante, como medio centro en la selección francesa. Pogba no ha nacido para la distribución ortodoxa. Su naturaleza le pide cabalgar. Ahora toca que le catalogue Mourinho.