¿Y si la solución está en casa?
Cuando Zidane tuvo que tirar de Casemiro para cerrar el agujero táctico que tenía su Madrid en los grandes días, en la planta noble entendieron que una plantilla campeona de Europa no sólo puede vivir de un once titular plagado de nombres. La palabra ‘equilibrio’ da pánico a los jerarcas del márketing, pero es necesaria para que un equipo sea precisamente eso: un equipo. Por eso, se me ocurre que una vez consumada la marcha del francés Kanté al Chelsea no sería nada descabellado apostar por Marcos Llorente como suplente de Casemiro.
El chaval tiene una genética digna de un premio Nobel de literatura. Sobrino-nieto del mítico Gento, nieto de Ramón Grosso, hijo de Paco Llorente y sobrino de Julio Llorente (también jugó en el Madrid de la Quinta del Buitre) y de José Luis y Toño (grandes jugadores de baloncesto). Marcos Llorente lleva con orgullo y dignidad el peso de sus apellidos. Durante dos años ha sido la aguja del compás del centro del campo del Castilla y, además, por su envergadura (1,80 metros) también ha funcionado como central si la ocasión lo ha requerido. Tiene ADN blanco, es joven y es polivalente. Antes que tirar el dinero en una medianía sin garantías, ¿por qué no apostar por este canterano?