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Aquella semifinal en Sevilla...

Recuerdo perfectamente el día que me hice aficionado al fútbol. Fue el 8 de julio 1982 y tenía doce años. El fútbol me gustaba y me divertía pero era tan torpe con la pelota que nadie, en el cole, quería jugar conmigo. Pero me encantaba ver partidos por la vieja tele en blanco y negro que teníamos en casa. Aquella noche del Mundial de España, la Francia de Platini se enfrentaba a la República Federal Alemana en semifinales, en el Sánchez Pizjuán. Aquella noche descubrí el impresionante abanico de emociones que el fútbol puede ofrecer en noventa minutos.

Perdimos en los penaltis después de ir ganando por tres goles a uno en la prórroga y el niño que era entonces entendió que, en el fútbol como en la vida, nada nunca está ganado o perdido del todo. Fui a la cama como atontado, pero había aprendido una lección y me había convertido, para el resto de mis días, en un enamorado de este deporte. Mi caso es típico de una generación de franceses que son ahora cuarentones y que sienten algo especial cada vez que los Bleus se cruzan con Alemania. Por ello, anoche la televisión de L’Equipe emitió aquella terrible y histórica semifinal. Por ello, la cita frente al equipo de Joachim Löw será para nosotros algo más que un partido de Eurocopa.