En Francia será diferente

Estadísticas pulverizadas. Ayer desayuné leyendo la página estadística de Míster Chip en AS. Nos recordaba que España no perdía un partido disputado en la Comunidad de Madrid desde hace 30 años. Fue aquel 2-4 en el Bernabéu ante la Inglaterra de Lineker, que le enchufó a Zubi un póker histórico. Yo estaba ese día como aficionado en una grada desangelada y vacía. También nos reforzaba el ánimo Míster Chip explicando que en 40 encuentros con equipos de la extinta Unión Soviética sólo habíamos sufrido una derrota (2-1 ante la URSS en 1971, en Moscú). Llevábamos, además, 20 victorias seguidas ante las selecciones exsoviéticas. Y en 16 de los últimos 17 amistosos habíamos cantado victoria (la única derrota fue ante Alemania en Vigo hace dos años, gol de Kroos). Es más, la teóricamente débil Georgia aterrizaba en Getafe con el triste bagaje de sólo cuatro victorias en sus últimos 18 partidos ante rivales tan prestigiosos como Gibraltar (dos veces), Malta y Escocia. Pues todo eso se fue a hacer gárgaras. Los georgianos, un equipo rudo y poblado de barbudos que parecen sacados de la película Siete novias para siete hermanos, defendieron el orgullo de su pequeño país (sólo 3.725.000 habitantes, menos que Madrid capital) con una furia y entrega que resultaron admirables. Los apostantes que pusieron su dinero al 0-1 final van a tener vacaciones pagadas en un resort de lujo...

Dormidos. Vayamos al momento clave: el gol encajado. Fue un regalo más propio de un partidillo de los jueves. Pase cortísimo de Jordi Alba a Ramos (el capitán jugó su partido 132 con España), el camero no puede frenar la galopada del jugador georgiano, Piqué hace una segada magnífica pero nadie le secunda el entusiasmo y pase letal al corazón del área pequeña que convierte Okriashvili a puerta vacía. Quizá De Gea pudo haberse lanzado a por la pelota antes de que llegara a su destino, pero quedó claro que este tipo de equipos amurallados saben cómo sacar petróleo de un hoyo de golf. No llegaron más. Ni falta que les hizo...

Buen debut de Lucas. Pese a la derrota, me apetece ponerme positivo. El debut de Lucas Vázquez fue sugerente y convincente. Abrió mucho el campo, se fue casi siempre en el uno contra uno (una suerte que se está perdiendo en el fútbol de élite) y batalló como nos tiene acostumbrados. De su ambiciosa bota derecha salió antes del 0-1 un pase excelso que no fue gol de Aduriz por unos centímetros. Y se le vio en todas. Lucas Vázquez será el Navas de esta etapa. Al igual que en el Madrid, apunta a jugador número 12.

Raza. Pero en este equipo nadie se esconde. Sergio Busquets se abrió la cabeza, literalmente, contra el portero georgiano Revishvili. Le pusieron un buen puñado de grapas. Kiko, en la retransmisión de Telecinco, dijo que una vez le pusieron unas cuantas en La Romareda. Camacho, genio y figura, terció entrando en tromba: “A mí no me ponían grapas. A mí me cosían en vivo con aguja e hilo. ¡En mi carrera me han dado tantos puntos como para ganar la Liga y la Champions!”.

Ilusión. Que este gatillazo no nos la quite. Me quedo con el fútbol refrescante visto ante Bosnia y Corea del Sur. Los asiáticos han sido objeto de chanza para quitarle mérito al 6-1 del miércoles pasado, pero les recuerdo que los pupilos de Stielike tumbaron en Praga a los checos, el rival del lunes en Toulouse. ¡Ánimo España!