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El Giro es una carrera divertida

Alejandro Valverde se ha ido encantado del Giro. “Por la pasión de la gente, por el trazado de la carrera, por lo bien que he rendido... ¡por todo!”, dice. No es para menos. Primera vez que corre el Giro, y primer podio. Ya tiene los podios de las tres Grandes. Los aficionados también hemos disfrutado de la carrera. Llevamos unos cuantos años que el Giro no es como los de antes, donde los italianos controlaban la carrera, y allí no se movía nadie hasta que conectaba la tele. Ahora en el Giro hay ataques incluso a cien kilómetros de la meta. Y no será porque la televisión haya conectado ya, que ahora lo hace antes, incluso ofrece íntegras las etapas importantes, sino porque los corredores se han tomado muy en serio esta carrera.

En el Giro se ve una competitividad que no vemos en el Tour o en la Vuelta. La lucha el año pasado fue tremenda, con Contador, Aru y Landa. Este año no ha sido menos, con tremendos ataques en los Dolomitas y los Alpes. En el Tour, el hombre fuerte de la carrera se pone líder muy pronto, y allí ya nadie se mueve. Ha sucedido los últimos años con Froome, dos veces, Nibali y Wiggins. En la Vuelta ya se puede poner una etapa seria donde las haya, que los gallos no se mueven hasta el final. A veces, ni eso, como sucedió el año pasado en la Ermita de Alba. El Giro, en cambio, tiene una frescura envidiable. ¿Por ser la primera Grande? ¿Por no tener el mismo dueño que el Tour y la Vuelta? Alguna razón ha de tener.