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El Madrid, entre el undécimo cielo y el séptimo suelo

La final más esperada. El tópico se convierte en realidad cuando los jugadores de Real Madrid y Atlético disputarán el partido del año en Milán, casi dos semanas después de haber jugado su último encuentro liguero. Ese parón benefició, sin duda, al Atlético que venía muy exigido físicamente de las durísimas eliminatorias de Champions ante Barça y Bayern. Más que las piernas, a estas alturas, pesa la cabeza y el que mejor sepa interpretar su guión, escribirá su nombre en la historia.

Las dispares preparaciones. Ha sido tan amplio el margen de tiempo hasta la final que tanto Zidane como Simeone le han buscado las vueltas a la manera de hacer más llevadera la espera, saliéndose de las rutinas, buscando incluso lugares alternativos donde prepararse. El francés buscó el refugio en un buen asado para hacer grupo y generar cercanía desde la convivencia. Simeone quiso mostrarle al mundo su grado de meticulosidad, viajando hasta Milán, su tercera patria futbolística, para constatar que cada detalle importa y que su método se basa en no dejar nada a la improvisación.

Atacar o esperar. Tras la bonita final de la Europa League y la emocionantísima final copera habrá que ver el recorrido futbolístico de esta finalísima de Champions. Convendrá saber si Simeone decide sacar la presión alta en momentos claves del partido, si se dedica a esperar desde el inicio o si sorprende, sin el marcador en contra, con el comodín de Carrasco. Zidane puede obligar a Bale a desdoblar esfuerzos en el repliegue para equiparar el número de efectivos en el medio. Al Madrid le ha ido mejor contra Simeone cuando ha jugado a esperar y a correr. Menos vistoso, pero más efectivo. Si no hay un gol tempranero, tiene pinta de que será una final más emocionante que bonita.

Dos formas de vida. La Undécima para el Madrid sería volver a tocar el cielo, en la competición más prestigiosa del mundo. Sería demostrar que el Madrid siempre acaba levantándose y que la Copa de Europa da un sentido muy especial a su existencia. Si se pierde, un fracaso, como ha reconocido Cristiano. Por no hablar del séptimo año en blanco con Florentino como presidente. Para el Atlético supondría la rúbrica perfecta a un modelo de entrenador, que representa todos los valores del club frente al rival de siempre. La revancha con un mensaje de fe, servida en plato frío. Perder supondría un golpe durísimo. Puerta grande o cornada.