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Saúl y el inicio de su gran sueño

Cuando Simeone le dijo a Saúl que para ganarse un hueco en el Atlético debía salir cedido, tenía 18 años y una madurez suficiente para salir sin rechistar destino Vallecas. Porque él siempre ha sido más de trabajar que de quejarse o lamentarse. Y aquel mensaje del Cholo lo absorbió como un consejo de maestro y no como el castigo de un jefe. Ahora Saúl está en lo alto. Y sólo suma 21 años. Le costó encajar en un Atleti gigante, de los mejores Atleti de la historia, cuando regresó del Rayo Vallecano. Su éxito esconde un trabajo oscuro que recuerda a aquellas tardes chutando, con ambas piernas, contra la pared de la iglesia del Corazón de Jesús, para mosqueo del sacerdote. O a aquellos entrenamientos en familia en la arena de Santa Pola.

En febrero dijo en AS que si el Atlético le daba un contrato vitalicio, lo firmaba sin pensarlo. El primer paso, de cinco años más, ya lo ha dado. En ese lustro se verá lo mejor. Porque con el paso del tiempo ha demostrado que va a más. Al jugador se une la persona. Y de Saúl, ahí, destaca sobremanera la normalidad y la humildad. Un chico capaz de llorar un error en el banquillo y de salir a pie, asido de la mochila, tras un derbi en el Bernabéu. En la vitrina donde guarda la bota de aquella chilena al Real Madrid y las fotos de sus héroes encuadrados en el marco de su familia, esperan muchos éxitos. Porque a Saúl no le ha emborrachado la fama y eso le mantiene lúcido para tener los pies en el césped, la cabeza en la Champions y en la Eurocopa, y el corazón en el Atleti.