Una herida todavía abierta
Carlo Ancelotti siempre ha sido un admirador del Real Madrid. Le gustó el Bernabéu cuando jugó un partido histórico con el Milán, la ida de las semifinales de la Copa de Europa de 1989. Y le encantó meter el primer gol de un contundente 5-0 de la vuelta en Milán, el 19 de abril del mismo año. La ciudad, el estadio, el club, el ambiente siempre le han fascinado. Y cuando Florentino le llamó para entrenar, estaba feliz. Ya había ganado todo con el Milán, pero el desafío de triunfar con el Madrid era algo más. Y conocía la obsesión de los aficionados blancos y de Florentino por ganar la Décima.
Las relaciones con Florentino siempre han sido difíciles y Carlo, que ya había trabajado con Berlusconi, consideraba más difícil hacerlo con el presidente blanco. Las discusiones sobre Bale y los traspasos de Di María y Xabi Alonso no le gustaron. Más allá de todo no le gustó la despedida y la relación fría con Florentino, al revés del calor de los aficionados. El Madrid para él sigue siendo un gran club, pero al mismo tiempo una herida está todavía abierta porque le habría gustado continuar para seguir ganando.