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La magia del Sevilla y otros hitos de las finales de la Copa de la UEFA

París, 1998. Hay regates para la historia, y luego está la maniobra de Ronaldo a Marchegiani en la final de 1998 en París. Una bicicleta perfecta, un gol a puerta vacía. Aquel Inter-Lazio de otra época, cuando el fútbol italiano dominaba en Europa. Simeone, Zanetti, Djorkaeff, Ronaldo y Zamorano en un Inter de Simoni que batió en el campeonato a la Juve de Del Piero. Palabras mayores.

Gran final. El gol lo metió Geli, sí, pero en la portería de un Martín Herrera que lloró desconsolado. Aquel fue el autogol de oro de la historia tras una final frenética, tremenda, épica entre Liverpool y Alavés en Dortmund en 2001. El apellido Cruyff presente, la leyenda del Liverpool enfrente y un partido memorable. Aquel Liverpool- Alavés fue la final de las finales.

Entre dos mitos. Fue Iribar contra Zoff, dos mitos. Ganó el Athletic en el viejo San Mamés la vuelta de la final de 1977, pero el gol de Bettega terminó por ser decisivo. Un asedio final a la portería de la Juve, un centro tras otro con Txetxu Rojo, Dani o Irureta y en el área Alexanco y Guisasola buscando el remate salvador. Todo en vano. Nunca estaría más cerca el Athletic de coronarse en Europa, aunque mucho después llegaría la final de Bucarest.

Pesadilla perica. Los brazos en aspa de Rudi Vollborn en la tanda de penaltis y el llanto desconsolado de Job en el vestuario, las dos imágenes que me vienen a la mente de aquella fatídica final ente Bayer Leverkusen y el Espanyol en 1988. Se escapó una final que parecía resuelta tras el 3-0 de la ida. Clemente dejó fuera a Lauridsen y aquello acabó muy mal. Poco después el Espanyol bajaría a Segunda. Aquella final tuvo mucho más impacto que la de Glasgow en 2007. Y también acabó en derrota por penaltis.

Con Puerta empezó todo. El partidazo de Maresca al Middlesbrough, el primer gol de Luis Fabiano, el éxtasis final con Kanouté. Cuatro finales ha ganado el Sevilla, las cuatro que jugó. A la primera llegó con un histórico gol de Puerta al Schalke, y ya no dio opción. Aquella banda derecha con Alves y Navas destrozaba a cualquiera. Habían pasado 44 años desde su última final importante, y desde entonces llegarían muchas. Desde Puerta el Sevilla se hizo mucho más grande aún.