La Liga es para el que se la trabaja
No se asusten, no voy a hablar de maletines, que ahora se citan tanto como ese tópico tan insulso que dicen todos los futbolistas: “Tengo buenas sensaciones”. ¡Todos dicen lo mismo! ¡“Tengo buenas sensaciones”! ¡Horror! No, cuando digo que la Liga es para el que se la trabaja quiero prolongar esa sensatez vestida de humor con la que el colega Santi Giménez abordaba esas urgencias egocéntricas de los aficionados (del Barça), acostumbrados a ganar tanto que ahora les parece la (probable) Liga un regalo de supermercado.
Formo parte de esa larga, y muy veterana, lista de culés que, en los años de Ku-bala y de Garay, no se comía ni un rosco ni un regalo de supermercado; como vinieron luego las bonanzas creíamos que todo el monte era orégano y hoy estamos como si nos hubieran apaleado. Martino explicó, en su muy sincera autoflagelación, que no se trata de ganar, sino de jugar; si en su tiempo se hubiera ganado la Liga, que nos arrebató en buena lid el Atlético de Madrid, el fracaso, dijo el noble entrenador argentino, hubiera sido el mismo.
El Barça tuvo una temporada espléndida, cortada de cuajo por el Real Madrid cuando el equipo de Luis Enrique afrontaba una carrera estelar de la que nadie parecía capaz de apearlo. Luego le arreó, otra vez, el mejor Atlético de los últimos tiempos, y nos quedamos a dos velas, esperando que una inspiración divina nos sacara del atolladero, llorando por las esquinas. Pero la inspiración divina vino, de la mano de Messi, claro, y al equipo se le recompuso la cara.
Tengo la impresión de que esa expresión “depende de sí mismo” es desacertada, o por lo menos desconsiderada. Hoy el Madrid depende de sí mismo…, y del Depor. Y el Barça depende de sí mismo…, y del Granada. Los dos entrenadores, Zidane y Luis Enrique, han sido muy claros al respecto; no lo hacen por diplomacia, sino por experiencia y, por tanto, por información. Los equipos tienen su orgullo, su honor y sus agallas; por mucho maletín que se evoque, los jugadores tienen delante a otros jugadores y, como pasa en los colegios y en la vida, no se rendirán hasta que el árbitro pite el final. Sobre su conciencia civil pesa una responsabilidad muy grande; si esas historias que ahora circulan fueran verdad, la vergüenza que caería sobre ellos no sería menor que la que cae sobre el fútbol.
Pero si hoy gana el Granada y pierde el Depor o si gana el Barça y el Madrid no se hace con el título pasará lo que tiene que pasar en el fútbol: que uno gana y que otro pierde. Pero no será una vergüenza para barcelonistas ni para madridistas: sus temporadas han sido raras, pero han tenido momentos virtuosos. Ganar a veces es también perder.