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La sombra larga del Heliodoro

El Nuevo Los Cármenes y el Granada se han visto sin pretenderlo en la escena final del campeonato de Liga. Para el club va a suponer un buen pellizco en taquilla y para la afición, una fiesta para celebrar la permanencia. Falta desvelar qué significa este partido para los futbolistas, que llegan al encuentro después de brindar y bailar hasta el amanecer, de dos días de descanso y de apenas tres entrenamientos a medio gas. Está por ver si dejarse en el vestuario el corsé de la angustia significa también perder la intensidad, si relejarse es sinónimo de dormirse o si el todo lo contrario.

El Granada se ha impuesto en las últimas semanas a equipos que nada tenían en juego. Ha vivido en carne propia que la mayor necesidad dispara la intensidad y la concentración. En suma, como la vida misma, un hombre está más vivo, más atento, es más competitivo, cuando se siente en peligro. Como estará el Barcelona esta tarde o como estuvo el Granada en el Sánchez Pizjuán ante el Sevilla. Pero cómo evitar sentirse importante en una disputa entre los grandes del fútbol español, cómo obviar las carantoñas y los agasajos, como ignorar sentirse amado por unos y odiado por otros. Si el Granada pierde nunca será recordado por este partido. Aquel Tenerife, aquel equipo que volteó el campeonato por dos veces seguidas en el Heliodoro Rodríguez López es inmortal. De eso no hay duda.