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¿Cambiar o no cambiar? Ahí estamos

La F1 es una y muchas carreras. No sólo la que se corre en domingo, como la de hoy de Sochi, sino la que tiene su pole en los despachos. Esta semana ha resultado especialmente movida, porque las cabezas pensantes, ese Grupo de Estrategia o la Comisión de la F1, debían dar forma al Mundial que veremos en 2017. La lógica se sienta a la mesa, está claro. ¿Por qué? Porque Mercedes, que domina, no quiere que se cambie nada y McLaren, por ejemplo, que pretende regresar a lo más alto de la escalera, quiere agitar el campeonato. "Mi opinión siempre ha sido dejar las reglas como están, porque al final los rivales se igualan en rendimiento", dicen Wolff y compañía. "Las modificaciones irán en beneficio del campeonato", comenta en cambio Boullier.

Las dos posturas son respetables, aunque nos decantamos por aquellas que animen el baile. ¿Es lógico que un piloto como Rosberg sume siete victorias consecutivas? Con todo el cariño y respeto al alemán, me da que no. Mercedes domina de tal manera que, si el mejor de sus pilotos —Hamilton— se despista unas carreras (¿desfiles de moda?, ¿música?, argumentan algunos excampeones), ahí está el otro para que la estrella de plata siga luciendo. Ambos fueron capaces de clavar el mismo tiempo en la vuelta 24: 1.41.540. Hay adelantamientos, muchos de ellos gracias a ese dopaje llamado DRS, y es una lástima que la emoción de las primeras curvas de China o Rusia no se traduzca luego en una verdadera lucha por la victoria. Vladimir Putin se sentó en la tribuna cuando sólo quedaban seis vueltas para el final. Pensaría que eso se decide con un triple a lo Llull. Y no. Por ahora no.