Isco, un libro abierto
A los veinte minutos no había un solo madridista que no se estuviese acordando de Cristiano y otros tantos explicando por qué Casemiro debe ser titular en los partidos de su equipo fuera de casa y cuánto se nota su ausencia a la hora de equilibrar el equipo. La frontera entre el horror y el honor es demasiado delicada para este Real Madrid capaz de dar dos versiones tan distintas en el mismo partido, en la misma eliminatoria, en la misma temporada. No se le puede negar su orgullo, su grandeza para levantarse, pero se obliga demasiado.
Si los merecimientos de la remontada van a recaer especialmente en Gareth Bale, después de embocar, como dicen los golfistas, dos goles decisivos, la realidad es que el Madrid fue otro equipo cuando Isco cogió la manija, empezó a marcar el compás de su equipo y pudo hacer de lo que hace habitualmente Trashorras en el Rayo. Mandó, ponderó, aceleró y frenó en el momento justo y solo se diluyó un poco cuando Zidane le puso de nueve. Fue insultante la comparación en este partido con Toni Kroos, que estuvo desconocido, fallón y fuera de foco. Habrá que dar el conveniente mérito a un futbolista acostumbrado a ser importante y que ahora, sabiéndose suplente en las grandes citas, sabe aprovechar las ocasiones que se le presentan. Cuando le dejan ser protagonista, Isco marca diferencias. A su ritmo, el Madrid es otro. En el Día del Libro, fue el que mejor leyó el partido...