El miedo a perder y la melancolía

Hay que presumir que los jugadores barcelonistas son aficionados al Barça. Si es así, y si fueran de veras como aficionados, habrán vivido estos días ineficaces, tristes como los lunes sin fútbol, y sin goles, como los que sufrimos en casa la inútil pasión de ganar y perder. Y hemos perdido tanto que el miedo ha sido la única baza de nuestra disminuida esperanza. Todo empezó con la muerte de Cruyff, y la desaparición del aliento vital que el Barça heredó del maestro que cambió el rumbo barcelonista. Como un símbolo aciago de nuestro porvenir como aficionados, aquella derrota ante el Madrid y los descalabros ante el Atlético y ante la Real (y ante el Valencia, donde el equipo recuperó las ganas) marcaron el descenso de nuestro ritmo cardíaco.

El miedo a perder conduce al aficionado a una melancolía que sólo se resuelve… cuando gana otra vez el equipo. Hasta que Luis Suárez marcó anoche el tanto que le dio respiro a un Barça tan ansioso como nosotros, el porvenir parecía un mal augurio. Y cuando Messi hizo la maravilla del centro que dio el segundo dieron ganas de decirle al televisor y a la radio y a los que nos han dado por muertos, seguramente con razón: “Los muertos que vos matáis gozan de buena salud”. Ojalá.