Le queda agarrarse al balón
No cabe pensar distinto de Benzema que de cualquier otro ciudadano por ser futbolista, pero lo cierto es que deber ser tremendamente complicado sobrellevar anímicamente la espada de Damocles sobre tus espaldas desde la popularidad. Siempre, repito siempre, hay que poner por delante la presunción de inocencia y, si se demuestra lo contrario, esperar que el peso de la ley caiga sobre él. Pero hasta la fecha sólo tenemos la evidencia de que a Karim las malas compañías y los códigos no escritos de los suburbios de Lyon le han marcado su vida y pueden estar marcando su futuro, incluso como futbolista.
Su nombre se entremezcla con asuntos cada vez más turbios, pero su responsabilidad real no se conoce con certeza y tardará tiempo en desmadejarse. Acusaciones demasiado importantes para entrar en juicios paralelos y la permanente tentación de ejemplarizar con un personaje conocido. Benzema ahora vive en la incertidumbre y sólo le queda, con el seguro apoyo de Zidane, agarrarse al balón, el único lugar donde el futbolista de élite se siente en su hábitat. De hecho, durante todo el caso Valbuena, el juego de Karim, lejos de empeorar, vislumbró una madurez que tardó mucho en encontrar en el Madrid.